Hubo un punto de quiebre en la historia latinoamericana que cambió la mentalidad de los jóvenes, sus horizontes ideológicos, su visión de la política. Antes de ese momento, sus anhelos estaban teñidos de nacionalismo, un nacionalismo que bien podía ser de derechas: elitista y jerárquico, o de izquierdas: popular e indigenista, ambos antiyanquis. Peligrosamente cerca del fascismo, algunos de estos jóvenes anhelaron un triunfo del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Alemania, pensaban, no tenía intereses colonialistas, y su triunfo podría significar el fin del yugo gringo sobre el continente. De ahí que hasta 1945 la gran preocupación de los yanquis fuera la evidente penetración fascista en América Latina.
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