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¡Tiene huevo, ministro!

Sergio Ocampo Madrid
26 de abril de 2021 - 03:00 a. m.

Yo sí creo que un ministro de Hacienda debería saber cuánto cuesta una docena de huevos. También, que debería montar alguna vez en Transmilenio, hacer una fila para tramitar un papeleo, pelear con una operadora por algún abuso de una empresa de servicios. Hacer lo que hacemos esos millones de seres humanos normales, para quienes él dicta tantas normas de macroeconomía.

La ignorancia de Carrasquilla acerca de cuánto vale una cubeta de huevos no es graciosa y en el fondo desnuda unas realidades muy inquietantes. Por ejemplo, si el ministro de las finanzas calcula que un producto en el mercado cuesta la cuarta parte de lo que vale en la realidad, está dejando un mensaje de que los avicultores abusan de un modo descarado con los precios. Pero, además, demuestra un terrible desdén hacia la pequeña economía, que en últimas termina siendo la más real y cotidiana de todas las economías. Y, sobre todo, una desconexión absoluta con el país mayoritario, y no hablo solo del que se amontona en Transmilenio, o el que no puede obedecer los encierros de las cuarentenas porque vive un día a la vez, sino de ese que al desayuno prefiere los huevos pericos a los intrusos y foráneos corn flakes, ese que en los corrientazos pide que le cambien las habichuelas o los garbanzos por un huevo frito, o ese que al recordar la niñez evoca el olor a huevo duro que se adueñaba del aula cuando se abría la lonchera en el colegio y allí estaba, blanco o rojo, al lado del banano y del inefable jugo de guayaba.

Hace tres semanas, el viceministro de Hacienda, Juan Alberto Londoño, tuvo una salida en falso similar cuando aseguró que la sal, el azúcar y el café van a tener un IVA del 19 por ciento porque no son básicos en la mesa de los colombianos. ¿No?

Resulta alucinante el modo desenfadado y torpe en que los altos funcionarios de este gobierno demuestran una total ignorancia sobre lo que ponen, o dejan de poner en su mesa, los colombianos, y con qué costos. Eso es particularmente grave en momentos en que se alistan para encarecerlo todo con una nueva reforma tributaria y hacerles más difícil la situación cotidiana a millones de seres humanos. Lo de la sal es risible, pero lo del café es hiperbólico. ¿En qué momento se volvió equivalente el expreso o el capuchino que el ejecutivo consume con croissant o scones en el Starbucks, con el ritual del jornalero que no puede salir a la vaquería o al ordeño sin su tinto cerrero, o con el termo, infaltable compañero del celador en su garita, o con el periquito o “pintaíto” con que se desayuna el obrero, a veces solo con eso?

Difícil no recordar al propio Iván Duque hace un año cuando afirmó que un panadero ganaba alrededor de dos millones de pesos. Esa vez, hasta el gremio de los panaderos, Adepán, le replicó que el promedio no pasaba de un millón doscientos y que un auxiliar de panadería ganaba el sueldo mínimo.

En su intento por vender la inmensa mentira de una reforma tributaria que se presenta como “solidaria” y “sostenible” terminaron demostrando otra vez que los gobiernos de estos países del subdesarrollo legislan y ordenan y planean y proyectan para unos pueblos a los que no conocen, que no les interesan en realidad, y a los que hay que gravar y exprimir porque es la única forma posible, en su horizonte estrecho y poco creativo, de mantener sana una macroeconomía, una que arroje indicadores positivos, positivos para unas calificadoras foráneas, a las que básicamente les interesan las cifras.

Es difícil no pensar que hay algo más allá de la simple miopía, de la falta de imaginación, cuando cada reforma se reduce a una fórmula para favorecer a los mismos, con el argumento incuestionable de que como son ellos el motor de la economía, los que generan empleo, exigirles, ponerle unas cortapisas a su enriquecimiento, llamarlos un poco al orden, termina desestimulándolos. Entonces, si no son ellos la fuente donde abrevar en busca de recursos, esa maquinaria chupadora de sangre tiene que dirigirse hacia una clase media, trabajadora, emergente, afincada en unos valores de cumplimiento de la ley y temerosa ya no tanto de Dios como de la Dian. En el caso de la reforma que empieza a discutirse mañana, también hacia unas clases bajas que se dan ciertos lujos como tomar café y echarles sal a unos huevos, ya de por sí muy baratos.

Pero en realidad estos últimos tampoco son tan pobres. Desde el Gobierno pasado quedó establecido por el Dane que si alguien gana más de $250.620 ya no es pobre. De ese modo, por la magia de una directiva presidencial, salieron de la pobreza 5,4 millones de personas en 2017. Es la misma magia que hace que alguien con un puesto de arepas en la calle, o con una manta sobre la que vende libros usados en cualquier andén, técnicamente no sea un desempleado. Por eso, el desempleo en el Gobierno pasado llegó a un dígito. Todo un milagro económico.

Sería interesante que, siguiendo el ejemplo de los reyes de la Edad Media o de algunos sultanes de Las mil y una noches, que se disfrazaban para irse a mirar cómo vivían ý qué pensaban de ellos sus súbditos, Carrasquilla se montara en un Transmilenio, se patoneara el barrio Quiroga o el Restrepo, se comiera unos huevos pericos en cacerola en una panadería de barrio y se tomara un café en un puesto ambulante, de esos que también ofrecen combo con empanada o pandebono. Sería la lección de pueblo, de humildad y de microeconomía que le falta tomar.

Por mi parte, me resisto a pagar más impuestos para que terminen en contratos como el de Juan Pablo Bieri, a quien sacaron de la televisión pública por hacer censura rampante, pero a quien premiaron días después con esa partida de$ 468 millones por una asesoría para este presidente amateur. Me resisto a que de mi sueldo de profesor se financien los contratos multimillonarios para Enrique Peñalosa, Miguel Uribe, con dineros de la Unidad de Gestión del Riesgo que debieron ir para paliar los efectos negativos de la pandemia.

Tiene huevo, ministro; tiene huevo, presidente.

 

Alberto(3788)26 de abril de 2021 - 09:33 p. m.
Excelente análisis, totalmente de acuerdo, suscribo. Son decenas las fotos de Ángela Merkel haciendo el mercado, empujando el carro del mismo, al igual que de infinidad de ministros en Suecia, Noruega y muchos países más, sin un solo escolta, sin chofer, esperando transporte público o conduciendo auto o bicicleta. "Bonos de agua" sabe de abrir cuentas en paraísos fiscales y hacer negocios torcidos
Mar(60274)26 de abril de 2021 - 08:26 p. m.
Excelente columna.
Arturo(82083)26 de abril de 2021 - 08:20 p. m.
Excelente radiografia de un ministro ridiculamente miope y desvergonzado
javier(96673)26 de abril de 2021 - 07:22 p. m.
¿Qué es lo que aprenden estos aventajados alumnos y luego ejecutivos del gobierno en las universidades extranjeras? ¿a apalear a las grandes mayorías y a favorecer a las minorías privilegiadas? Después le echan la culpa al Foro de Sao Paulo cuando las gentes indignadas se lanzan a las calles.
seca(59293)26 de abril de 2021 - 07:09 p. m.
tiene toda la razón
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