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TLC y mala política

Luis Carvajal Basto
12 de abril de 2008 - 02:37 a. m.

No es un análisis juicioso el que tiene en “veremos” el TLC, sino los intereses políticos particulares de grupos y personas en Colombia y Estados Unidos. De cómo un tema de Estado se ha vuelto uno de oportunismo político.

Parece mentira que a estas alturas de la Globalización y la integración de los mercados, existan personas que pongan en duda, como principio, las ventajas que para las Naciones tiene el libre comercio. Eso, lo demostraron hace mas de 200 años, Adam Smith y David Ricardo quien lo expresó de forma matemática, por cierto.

¿Es ignorancia, mala fe o el interés de conseguir beneficios partidistas o personales aprovechando el desconocimiento de la mayoría sobre estos asuntos? Evidentemente se trata de lo último. Veamos. En Colombia los opositores al TLC no han sido Empresarios, agricultores ni gremios. Lo han hecho líderes de la oposición con ganas de “mostrarse” , como Petro y  algunos dirigentes sindicales con igual intención. Vale la pena recordar los argumentos esgrimidos, lo que está en juego y los métodos utilizados.

La tesis más usada es que afecta el empleo de los colombianos. Curiosamente es la misma que usan los líderes sindicales en Estados Unidos. Es difícil pensar que ambos puedan tener la razón y menos, que siendo así, estén de acuerdo. La realidad es que los sindicatos en Estados Unidos no se reponen de los empleos perdidos con tratados anteriores que los transfirieron a Canadá y México. Temen que el TLC con Colombia les quite más puestos de trabajo. En un año electoral, presionan duro. Es por eso que los demócratas tienen embolatado nuestro TLC.

No es un secreto que muchos trabajos que para los norteamericanos no resultan atractivos o rentables, para nuestra gente si lo son. Los necesitamos. Eso explica el éxito de la maquila, por ejemplo. Otro argumento muy usado es el de la violación de los Derechos Humanos y el asesinato de líderes sindicales. Cualquiera sabe que en Colombia vienen disminuyendo pero   desgraciadamente existen. Vale recordar que entre 1991 y 2002 se cometieron 326.000 Homicidios y que el número anual en 2007 y 2008  se ha estabilizado en 17.000, con tendencia a disminuir. Muchos grupos sociales de diversa índole hacen parte de estas cifras. En 2006, por ejemplo, fueron asesinados 68 miembros de iglesias Cristianas.

Es terrible el asesinato de líderes sindicales y de cualquier ser humano. Pero hace parte del conflicto que tenemos y estamos tratando de desmontar. En todo caso, las tasas de sindicalistas asesinados no son distintas y por el contrario son, en muchos casos inferiores, a las de otros sectores de la población. Hasta marzo han asesinado 10 sindicalistas pero hasta febrero lo fueron casi 3000 Ciudadanos de “ a pié”.

Tengo claro que, para los opositores al TLC, lo que está en juego no son los empleos  o los Derechos Humanos, sino usar este y otros argumentos para que los demócratas ganen la Presidencia en Estados Unidos y la oposición le atraviese un palo a Uribe en Colombia. Da pena que unos y otros se lleven por delante los intereses del país para conseguir sus objetivos confundiendo temas de Estado con la mala política, que practican políticos peores.

Gracias al libre comercio, por ejemplo, en Colombia hemos podido controlar la inflación importando alimentos, bienes de capital y materias primas a un costo más bajo de lo que costaría producirlos internamente. El salario compra más, las utilidades aumentan, el país crece.

Eso no es malo, aunque así lo utilicen Petros y cía, o algunos dirigentes sindicales que quieren defender sus privilegios. Vale recordar que el número de trabajadores sindicalizados no llega a un millón, representando apenas el 5% de la fuerza ocupada. Los otros16 millones están esperando las oportunidades que se encontrarían en un mercado ampliado tan importante.
Ojalá se imponga la razón y el TLC, que no ha sido ni congelado ni engavetado, como dicen los chismes, se apruebe en el congreso de USA.  Porque si no es así, muchos vamos a preguntar cómo es que hablar mal de Colombia en el exterior  genera empleo y reduce los homicidios, por ejemplo.

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