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Todas las alarmas están prendidas

Sergio Otálora Montenegro
26 de septiembre de 2020 - 03:00 a. m.

MIAMI. En este momento hay en curso 200 demandas en las cortes de Estados Unidos relacionadas con las reglas por seguir para las históricas e impredecibles elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre.

Como lo indicó Jeffrey Toobin, analista legal de CNN y escritor de planta de la revista The New Yorker, “las demandas varían, pero hay temas comunes. Los demócratas buscan hacer más fácil el voto y reducir las restricciones que impiden que las boletas electorales [sufragios] individuales sean contabilizadas. Los republicanos insisten en medidas que —ellos creen— limitarán el número de votos fraudulentos”.

Pero todo esas querellas legales se pueden estrellar con la negativa del presidente Trump de aceptar la derrota y, por lo tanto, liderar una entrega pacífica del poder. Su gran argumento es que el voto por correo, “indiscriminado”, es la receta perfecta para la trampa electoral masiva. Ha insinuado que sin esa modalidad de votación, no habría necesidad de traspaso de poder, porque él sería el vencedor. Por lo tanto, el triunfo de los demócratas sería por un raponazo electoral.

Lo que hay sobre la mesa, entonces, es la posibilidad de una jornada electoral violenta, estimulada por el incendiario en jefe anidado en la Casa Blanca, y con la complicidad criminal del Partido Republicano. Es cierto que algunos miembros de esa colectividad ya salieron a decir que la transmisión de mando se hará bajo las normas y los buenos modales democráticos, pero esas son palabras que se las lleva el viento huracanado de la extrema polarización y del hecho palpable, y dramático, de que Trump, con sus mensajes racistas, ha activado las células de milicias armadas fascistas dispuestas a “defender”, a sangre y fuego, la “usurpación” del poder por parte de los demócratas.

La caja de pandora se abrió en 2016, con el triunfo del supuesto multimillonario de Manhattan (no sabemos si, a fin de cuentas, es un bribón agobiado por las deudas porque no se conocen sus declaraciones de renta), que llegó en los hombros de los republicanos exultantes por la pirotecnia mediática del gran timonel, del líder de masas, del showman deslenguado, que les demostró que era posible construir una coalición de blancos, con el voto marginal de algunos negros desencantados con los demócratas y latinos de Florida alienados con la perorata del fantasma comunista.

Trump no sólo ha logrado movilizar al voto blanco, en cifras sin precedentes, sino que ha desbrozado el camino para el protagonismo de toda clase de grupúsculos que se alimentan de teorías conspirativas que, como nunca, han calado en la mentalidad de un porcentaje significativo de republicanos ahora fervientes seguidores de Trump. Una de esas sectas de la franja lunática es QAnon, un grupo que exhibe estas perlitas “programáticas”: para sus militantes, hay una especie de sociedad secreta de miembros pedófilos del Partido Demócrata, que trafican con niños y les extraen su sangre para realizar ceremoniales satánicos.

Esto suena estrambótico y delirante, pero ya hay incluso candidatos de ese movimiento que se estarán disputando en las elecciones de noviembre un escaño en el Congreso. Todas las líneas rojas se han cruzado, no hay límites, y el argumento de los republicanos ha sido tan elemental como cínico: nuestro gárrulo en la oficina oval ha llenado de jueces conservadores los tribunales federales y de apelaciones, está a punto de poner a un tercer magistrado de estirpe republicana en la Corte Suprema, ha desmontado todas las regulaciones y normas impuestas por el gobierno de Obama para, por ejemplo, controlar la contaminación de los combustibles fósiles, se opone de manera ferviente al aborto y dice ser un hombre de fe.

A pesar de que los medios tradicionales se niegan a decirlo con sus ocho letras, el fascismo ha encontrado su sitio cómodo dentro de las estructuras de uno de los pilares del sistema bipartidista gringo. Trump halló un terreno más que abonado para su discurso extremista. Lo sigue más del 80 % de un partido que ha demostrado, en una situación de emergencia como la que vive el país, que está dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder.

Lo logró con la Corte Suprema. Es claro que con la muerte de Ruth Bader Ginsburg —una jueza progresista y un ícono para el movimiento feminista— y su posible reemplazo por una magistrada ultraconservadora, la correlación de fuerzas dentro de ese alto tribunal, con seis conservadores y tres liberales, garantiza que por lo menos habrá una generación que deberá experimentar en carne propia los fallos regresivos de ese organismo judicial. Habrá, por lo tanto, un cambio político y cultural innegable, un viraje al pasado más oprobioso en áreas como los derechos reproductivos de la mujer, el acceso de las minorías a la educación superior, la posibilidad de una reforma migratoria integral, el matrimonio gay o igualitario, las salvaguardas que eviten que se vulneren los derechos al voto de la comunidad negra y latina.

Es cierto que hay amplios sectores democráticos en Estados Unidos; que existe una amplia corriente progresista dispuesta a dar la pelea para que sean respetados los derechos de las mayorías. Las manifestaciones y protestas en todo el país a favor de la justicia racial son síntomas de una sociedad civil que no se rinde. También se ha visto que los jueces han logrado desbaratar o por lo menos morigerar los proyectos locos del trumpismo.

Pero es posible que llegue la tormenta perfecta: una pandemia administrada de la peor manera posible, gente en las calles reaccionando ante una justicia considerada racista, milicias armadas de supremacistas blancos dispuestas a apretar el gatillo cuantas veces sea necesario, y un presidente que busca ganar así destruya el patrimonio político y democrático de la nación. Y lo más complicado: un partido que ya perdió el pudor, y decidió embarcarse en un proyecto autoritario.

Todas las alarmas están prendidas. Según las encuestas, será una elección muy reñida en la que el favorito, de todas maneras, es Biden. Sabremos en el mes de diciembre, cuando ya los resultados estén consolidados, si el electorado de este país en realidad es capaz de rectificar y evitar la consumación de un devastador error histórico.

 

Celyceron(11609)26 de septiembre de 2020 - 07:56 p. m.
" y un presidente que busca ganar así destruya el patrimonio político y democrático de la nación. Y lo más complicado: un partido que ya perdió el pudor, y decidió embarcarse en un proyecto autoritario". Y nosotros, tan parecidos a los del norte. No hay duda de que los lacayos colombianos, siguen al patrón
Atenas(06773)26 de septiembre de 2020 - 09:58 p. m.
¿Y estas simples opiniones de Otálora Montenegro están en la misma línea de objetividad y ponderación como cuando perorata aquí elogiando al siniestro y viva encarnacion del mal, G.Petro? No lo creo capaz de hacer distinción. Ergo en lo suyo hay bazofia, es un negro monte.
Carlosé Mejía(19865)26 de septiembre de 2020 - 12:54 p. m.
Los errores cometidos por el electorado estadounidense son similares a los cometidos por los colombianos. Allá y aquí nos puede el ridículo miedo al comunismo, y por eso terminamos prefiriendo la vulgaridad de la ultraderecha y retrocediendo en derechos y garantías.
Julio(25062)26 de septiembre de 2020 - 09:14 p. m.
Lo más alucinante fueron las últimas declaraciones de Trump ante un auditorio de latinos en Miami el día de ayer. Afirmó que su contrincante Joe Biden tiene "pactos secretos con el exguerrillero del M-19 Gustavo Petro ". Y añadió que "la administración pasada ( en referencia al gobierno de Obama) se rindió con narcoterroristas en Colombia "..
shirley(13697)26 de septiembre de 2020 - 01:09 p. m.
En una oportunidad leí este comentario respecto a Trump: "Deberíamos reflexionar sobre cómo fue que alguien tan perturbado psíquicamente y con tan deficiente moral pudo ser presidente de E U A.".Pues bien,usted señor Otálora ha dado la respuesta a esa inquietud. Todos los elementos convergen en señalar que efectivamente estamos en presencia de un eunuco mental,un bárbaro con poses de simio. Chao.
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