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Todos somos responsables de todos

Augusto Trujillo Muñoz
03 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

Tiene razón el presidente Duque: los funcionarios públicos están obligados, por esta pandemia, a ser pedagogos y a no caer en posturas demagógicas. En ese orden de ideas, el presidente lo está haciendo bien. Lo hacen bien, igualmente, muchos gobernadores, alcaldes y congresistas. Y habrá que examinar la dirigencia del sector privado.

Lo que no hay, por desgracia, es liderazgo y eso es lo que más se necesita en tiempos de incertidumbre. Europa resurgió de sus propias cenizas, después de la Segunda Guerra Mundial gracias al esfuerzo de sus pueblos, pero de la mano de líderes como Churchill, De Gaulle, Adenauer. Los Estados Unidos resolvieron la crisis del 29 de la mano de Roosevelt. Colombia superó la Violencia del medio siglo de la mano de líderes como Alberto Lleras, Laureano Gómez, Darío Echandía.

Sin embargo, en los tres casos fue preciso ajustar el modelo vigente: el político, el económico, el institucional. Los europeos encontraron en la política el sustituto de la guerra. Los norteamericanos hicieron de la economía un eje de su nueva política. Los colombianos pusieron el derecho al servicio de una política de convivencia. Las más agudas crisis siempre se han resuelto políticamente.

De las tres situaciones mencionadas, la crisis del 29 es la más parecida a la actual. El presidente Roosevelt formuló la política del New Deal, con la cual intervino el manejo de la economía en términos inéditos en la historia estadounidense. Es sabido que apeló a las tesis de Keynes, pero también que consideraba la economía como un asunto político. Roosevelt apeló a una buena pedagogía, se cuidó de no hacer demagogia y, sobre todo, ejerció un liderazgo que se proyectó dentro y fuera de los Estados Unidos.

Prometió resolver la crisis de abajo hacia arriba y no al revés, criticó duramente a la banca por su carácter especulativo y la ausencia de responsabilidad social, estimuló el sector productivo y apostó en forma expresa por la justicia social. Su gran preocupación fue poner a trabajar a la gente a como hubiera lugar. Creó una corporación para ofrecer trabajo a los jóvenes que se quedaron sin empleo en las ciudades y los puso a cuidar los parques, a vigilar el ambiente, a reforzar las cuencas hidrográficas. Su propósito fue incrementar el valor de sus recursos naturales y evitar explosiones sociales.

Administrar es un problema de responsabilidad, pero gobernar es un problema de imaginación. En Colombia —incluso en América del Sur— hemos llegado al extremo de afirmar, en un asustador simplismo, que es preciso reabrir la economía para volver a la normalidad. Por Dios: eso es la más absoluta falta de imaginación. Se olvida, además, que la región estaba ad portas de una escalada de conflictos en las calles, justamente antes de la aparición de la pandemia.

Es necesario volver a darle contenido a la política, seguir el ejemplo de Roosevelt, asumir desde el Estado un manejo de la economía consecuente con las necesidades sociales, poner a trabajar a la gente como sea o subsidiarla si fuere preciso, formular una política de integración regional porque, tal vez nunca como ahora, todos somos responsables de todos. Pero nadie se atreve. Definitivamente, en ausencia de líderes, la gente ve los árboles, pero nadie es capaz de mostrarles el bosque.

@inefable1

* Presidente de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

 

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