Hoy vinieron a desayunar los dos tipos más poderosos del país: el general Zapateiro y el presidente eterno, y les hicimos lo que más les facina: carne de cañón con guarnición militar.
Zapateiro dentró saludando con su grito de combate: ¡Ajúa!, que quiere decir Acatamos Jefe Único Álvaro, y nos trajo de regalo un talegao de manzanas.
¿Y ese milagro, mi general? —le dijo Tola—, no nos veíamos las carátulas desde la otra vez que lo vimos poniéndole flores a la tumba de Popeye. ¿Sumercé ya elaboró ese duelo?
Ay tías, ando muy embolatao con los bochinches del Ejército —dijo Zapateiro—. Si vieran como es de jodido bregar ese ganao: ¿quién regaña pues a un subalterno armao?
La vida militar es fregada, tías: uno no confía ni en su sombra. Por ejemplo, si estoy hablando con un colega y me parece inteligente entonces pienso que me está haciendo inteligencia, y si me parece bruto entonces creo que me está haciendo contrainteligencia.
Mi general, ¿cómo descogen a los de Inteligencia? Porque uno supone que son los militares más inteligentes. ¿Y si son tan inteligentes por qué se dejan pillar haciendo brutalidades?
Sí, mi general —metí la cucharada—. Si los “perfilamientos” fueron con información pública sacada de la internel, ¿es que ustedes ponen a sus hombres más inteligentes a buscar en Gúgol?
Mi general, ¿y por qué dicen que “la inteligencia militar es a la inteligencia lo que la música militar es a la música”? Oquey hijitas —interrumpió Uribe—, dejen de empalagar al general Zapateiro que ya lo tienen cabezón.
Una ultimita pregunta, mi general: ¿qué les toca hacer a los de contrainteligencia? Pues tías, les toca espiar a los de Inteligencia pa que no le hagan inteligencia a los de contrainteligencia.
¿O sea mi general que si un contrainteligenciador contrainteligencia a otro contrainteligenciador qué buen recontrainteligenciador será?
Bueno las civiles —cortó Uribe—, dejen de tosigar al general Zapateiro y mejor peguen pa la cocina y nos hacen un jugo bien sabroso con las manzanas que trajimos del batallón.
En esas llegó la vice Marta Lucía en compañía de Nuestra Señora de Fátima. Tías —dijo Martica muy sonrisal—, les presento la Virgen, ella muy formal nos va colaborar con lo del virus.
Martica salió pal baño y Tola y yo saludamos a Nuestra Señora con el codo y le ofrecimos de beber. Les agradecería un vasito de agua bendita —nos dijo dulcemente la Virgen—. ¿Con hielo o al clima?
Mientras Tola iba por el agua yo le chismosié a Nuestra Señora: ¿qué pasó con la Virgen de Chiquinquirá, que nos iba ayudar? Y la Virgen me dijo: ella y Marta se disgustaron.
¿En serio, Virgencita? ¿Qué fue? Nuestra Señora atisbó que no viniera Marta y me contó: La Virgen de Chiquinquirá se mamó de que Martica no hiciera nada y le dejara a ella toda la carga y alegaron y la Virgen le dijo “atenida”.
Zapateiro le pidió la bendición a la Virgen y ella aprovechó y le habló: General, ¿qué fue lo que pasó con esas lanchas artilladas que el río se llevó pa Venezuela? Ajá, Virgen: lancha que se duerme se la lleva la corriente...
Tola volvió de la cocina y dijo a todo taco: ¡Mi general, malas noticias: muchas de sus manzanas están podridas!
Nuestra Señora suspiró y preguntó: Oiga, general, ¿y a cuál político le entregaban sus hombres los informes de las chuzadas? Uribe se paró como un resorte y ordenó: ¡El general se marcha!
Muerta del susto, Nuestra Señora de Fátima subió al cielo.