Quiay berrionditos, los saludamos desde Mayami, adonde llegamos ayer en compañía de Aída Merlano y con la dura misión de ayudar a reelegir al moneco Donal Tron.
Los gringos del aeropuerto nos pusieron pereque por el equipaje: 50 bultos de cemento, 90 ladrillos, 30 tejas de Eternil, 18 cajas de ron Tresesquinas y 140 tamales.
Los oficiales de inmigración nos hicieron destapar uno de los tamales y no podían creer que ese tocino blanco y sudoroso y con el cuero blandito fuera comestible.
Fortunadamente Aída solucionó todo diciéndoles que eran materiales pal muro con Méjico y les encimó dos carones de cien dólares metidos entre el pasaporte. Santo remedio.
A la salida nos esperaba la Caya Daza con una chiva tuquia de colombianos que gritaban a pulmón tendido: ¡Seven, fourteen, twenty one, like Trump none! (Siete, catorce, veintiuno, como Donal Tron ninguno).
Con la ayuda del fogonero subimos al capacete los traídos pa los votantes y nos dirigimos a la Álvaro Uribe Way, donde había una caravana la berrionda, todos sin tapaboca, con carteles que decían “Asintomáticos con Trump”.
Aída Merlano, que venía en la parrilla de la escalera (como le decimos en Antioquia a los camiones tipo chiva), se descolgó por un lazo y empezó a recoger las cédulas de todos.
Una papayera animaba la fiesta con porros sabaneros y los colombianos uribistas entonaban sus cantos: ¡It lives, it feels, Trump president! (Se vive, se siente, Tron presidente).
Un muchacho vendía camisetas que decían: What is with Trump is with me (Lo que es con Tron es conmigo), y un furibista de sombrero guadeño gritaba, haciendo gatillo con el dedo: ¡Plom is what comes! (Plomo es lo que viene).
La Caya sacó un afiche de Tron con la leyenda: Long live, eternal president (Larga vida, presidente eterno), y la multitú lo aplaudió al son de: ¡That is, that is! (Ese es, ese es).
Estamos güetes, tías —dijo Cayita—, esto lo ganamos: mientras los trompistas salimos a desafiar el virus, los demócratas están cagaos del susto votando por correo... Y lo mejor: sus votos están llegando a correo no deseado.
Otro mucharejo repartió un volante con una foto de Biden abrazao con Petro, Lenin y el Ñeñe y un letrero en rojo: Let’s go out and vote berraqueicion (Salgamos a votar berracos).
Vieran tías el montonón de votos de mujeres latinas que me conseguí —dijo Cayita—: les juré que los calores del calentamiento global no eran culpa de las políticas de Tron sino de la menopausia.
Nos ha ido very gud con las fei nius —siguió Cayita reventando inglés—: les metimos en la cocorota que Biden tiene el rayo homosexualizador y que planea estrenarlo con Macho Man.
También regamos el chisme que Biden tiene la misma edad de Amparo Grisales, que usa caja de dientes y que se pone pañal, y que no tiene alientos ni de abejorriar un maniquí.
Aída volvió y se le veía la preocupación en la cara, y nos dijo: Tías, la embarramos con la plata que trajimos pa comprar los votos, nadie me quiere recibir bolívares.
En esas llegaron unos vergajitos con pancartas contra Tron, y el más empalagoso gritó: ¡Viene la migra! Y en menos de lo que canta un gallo se desocupó la Álvaro Uribe Way.
Ñapa: El Gobierno está feliz con algunos síntomas de reactivación económica: se dispararon las ventas de chivas, burras negras, yeguas blancas y buenas suegras porque la gente anhela que les deje algo el Año Viejo.
Ñapita: Colombia tiene unos congresistas tan jodidos que a Duque le va a tocar darles mermelada pa que le aprueben la ley anticorrupción.