Trabajo en el 2030: incierto, ¿y?

Rafael Orduz
30 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Pasos de animal grande, gigantesco, cambiarán el mercado laboral tal como lo conocemos. El proceso se inició, hace rato, con la revolución digital. Lo que ha ocurrido es apenas una pequeña muestra de lo que sucederá en los próximos quinquenios. Sentimos asomos de lo que vendrá cuando vemos manifestarse a los rappitenderos (Rappi), o cuando se agrede a los conductores de Uber por parte de los tradicionales conductores.

Biotecnología, inteligencia artificial (IA), robótica, nanotecnología, impresión 3D, tan solo para nombrar algunos campos, están convergiendo rápidamente sobre unas plataformas que permiten el crecimiento exponencial de las velocidades de transmisión de la información, la capacidad de almacenamiento y los anchos de banda. Los cambios que se vienen son de tal magnitud que resulta difícil preverlos y adaptarse a tiempo. Sin que lo notemos, vamos siendo, poco a poco, esclavos del algoritmo (Waze dice que volteemos a la derecha…).

Autores como Friedman (Gracias por llegar tarde, 2017), Harari (21 lecciones para el siglo XXI) y Schwab (La 4ª revolución industrial) están alertando al respecto. No parece ser un tema de interés cuando hablamos de las reformas al sistema educativo en Colombia.

Mezcla de revolución tecnológica, de cambios en los mercados globales, de alteración en el clima, hay una verdadera revolución en marcha que ya ha dejado tendidos a millones de trabajadores sin oficio, presa fácil de demagogos, llámense Trump, Bolsonaro, Orbán o Duterte.

Se dice que la IA sustituye trabajos rutinizables y que aquellos que requieren conocimiento especializado no peligran. Carreta. Desde que computadores inteligentes no encuentran rival en ajedrez, cargos como los de los médicos (básicamente en la etapa diagnóstica) serán sustituidos por redes de datos que, en articulación con otras tecnologías, serán más eficientes que el sistema actual. Y así, sucesivamente.

Los conductores de vehículos en pocas décadas serán superfluos. Argumento simple: si hay 1,2 millones de muertos cada año por accidentes de carreteras en el mundo y cerca del 90 % se deben a falla humana (alcohol, uso de celulares mientras se conduce, falta de atención), los carros autónomos salvarán vidas… y dejarán por fuera del mercado a los conductores. Razonamiento parecido se aplica a los pilotos cuando aviones en muchas faenas sean sustituidos por drones. Amazon repartirá sus paquetes con drones que se abastecerán de energía en las cúpulas de las iglesias.

Es claro que surgirán nuevas ocupaciones: en el caso de los drones y los carros, por ejemplo, para los que manejan el sistema y el “big data” que genera este.

Interesante: los cargos que requieren empatía, como los cuidadores en el sector salud, son difícilmente remplazables.

Lo que sí es cierto es que la educación formal superior, la que conduce a la doctoritis, será cada vez menos importante y que deberá ser sustituida por la educación para toda la vida. Estamos perdiendo el tiempo en debates inútiles y esto se nos vino ya.

 

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