Travesuras

Francisco Gutiérrez Sanín
23 de noviembre de 2018 - 05:10 a. m.

La caída en picada de la imagen de Duque en los sondeos de opinión (¡hasta un 27 % de favorabilidad en la encuesta de Invamer!) amerita una cuidadosa reflexión. Escuché a varios analistas tanto en radio como en televisión haciendo sesudas elucubraciones sobre el tema. Algunas parecen plausibles. Otras, no tanto. Sin embargo, en estas cosas siempre es bueno comenzar con lo más sencillo; sólo si las hipótesis más básicas no funcionan, se debe proceder a añadir más cosas. Una interpretación muy simple que a primera vista parece casar con los hechos es que la combinación de mentiras e improvisación, proveniente de muchos lugares pero en particular de la lumbrera Carrasquilla, le está pasando una cuenta de cobro brutal al Gobierno.

Esta proposición se puede combatir de dos maneras. Una es recordando que estamos en la época de las fake news; mentir ya no es problemático. La primera parte de la frase es cierta; la segunda no. Solamente algunos políticos pueden darse el lujo de decir toda clase embustes y salirse con la suya; no todos. Aquí hay un proceso darwiniano de selección, que sólo premia a unos cuantos elegidos. Duque pudo llegar a la cumbre porque contaba con el patrocinio de Uribe, que es un patrañero genial (aunque por fin también está cayendo en picada, lo que explica muchos de los fenómenos positivos por los que pasa el país); pero él mismo está mostrando su vulnerabilidad.

La otra es afirmar que el Gobierno no ha mentido, y que su baja popularidad se debe a otros factores. Pero eso es insostenible. Cojan el tema del IVA a la canasta familiar. Invamer preguntó si estaban de acuerdo con él para financiar programas sociales. Tengo que decir que su pregunta es bastante antitécnica, puesto que compra automáticamente la narrativa (tampoco sustentada en hechos) del Gobierno. Aun así, más del 80 % de los encuestados respondió que no. Muchos seguramente no estarán enterados de los detalles del trámite de la propuesta. Pero si lo estuvieran, su rechazo y rabia aumentarían. En efecto, originalmente minhacienda propuso el IVA para la canasta sin hablar de devolución para los más pobres. Se basaba en un estudio, que tiene tanto de largo como de ancho, según el cual las exenciones al IVA son proequidad porque los ricos consumen más. Solamente ante la respuesta indignada de la gente salió a relucir la idea de la devolución. Aunque algunos técnicos valiosos se dedicaron a botar corriente alrededor de ella, nunca salió alguna propuesta concreta desde círculos gubernamentales. Era un distractor (bastante inverosímil, creo). Tanto así que ahora que se está al parecer cayendo la propuesta, milagrosamente la devolución desapareció de las preocupaciones de minhacienda; no se volvió a nombrar, aunque para alguien genuinamente preocupado por la equidad seguiría siendo muy relevante.

Ahora piense el lector en toda la secuencia. Duque se hizo elegir bajo la consigna de menos impuestos. Sin embargo, apenas llegó, respaldó una propuesta tan extrema que aterró hasta a su propio partido; la reacción entre la ciudadanía fue de cólera generalizada. El grueso de los políticos entendió que el costo de apoyarla era tan alto que era mejor buscar otras alternativas. Toda una serie tanto de técnicos como de políticos mostraron contundentemente que habría varias alternativas viables y deseables a la propuesta. Pese a ello, la lumbrera Carrasquilla y su equipo le dijeron al país que no había plan B en este particular; y en cambio lanzaron una serie de globos de prueba que parecían de manera bastante obvia genialidades de último momento para desinflar la presión. Más aún, recientemente gente del equipo económico de Santos mostró, hasta ahora sin respuesta, que buena parte del discurso económico en el que se soportaba el IVA para la canasta familiar estaba apoyado en supuestos falsos.

Por lo que muestra la encuesta, la travesura puede costarle Antioquia al uribismo…

 

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