¡Tristeza!

Aura Lucía Mera
10 de diciembre de 2018 - 09:15 p. m.

El viernes 7 de diciembre, día de las velitas, se confirmó que una luz que brilló en Colombia durante muchos años se apagó definitivamente: Belisario, el poeta que amaba a Kavafis y supo emprender su viaje a Ítaca, sin temor a lestrigones, cíclopes ni al airado Poseidón. Que supo detenerse en el camino enriqueciendo sus jornadas, sabiendo que Ítaca le daría la travesía y no podía darle más… Hombre que entendió el sentido de las Ítacas en toda su profundidad.

Lo recuerdo, primero, como el amigo intelectual, ávido de conocimiento, enamorado de las palabras y los libros. Su sentido del humor a veces cáustico y cortante. Su alegría de vivir y su capacidad de sorprenderse, de descubrir lo bello en las cosas aparentemente más banales. Esa risa espontánea. Ese rictus de preocupación y severidad cuando las circunstancias lo merecían.

Primero fue el amigo. Posteriormente, el jefe de Estado que me sorprendió al ofrecerme la dirección del Instituto Colombiano de Cultura, acabando yo de regresar de acompañar a un hijo que atravesaba con estoicismo la agresividad de un cáncer de huesos en un viaje al fondo del dolor.

Recuerdo que le pregunté por qué me lo ofrecía a mí, y esa respuesta perentoria: “Necesito la cultura para la guacherna. Usted lo puede lograr. Nos vemos pasado mañana en mi posesión”. Una experiencia inolvidable que culminamos con la presentación de toda nuestra riqueza cultural autóctona en Estocolmo para acompañar a Gabriel García Márquez.

Belisario Betancur supo combinar su idealismo romántico con la severidad pragmática del gobernante. Dueño absoluto de su silencio, jamás esclavo de palabras vanas ni demagógicas. Recibió con casta las inculpaciones de sucesos trágicos que jamás promovió.

Al lado de Rosa Helena Álvarez gobernó con mesura y sin soberbia y logró el primer acuerdo de paz que le abrió nuevos horizontes al país. Recuerdo las palabras del embajador de España en la época, un hombre culto y objetivo que afirmó: “El Gobierno de Belisario Betancur pasará a la historia como uno de los más importantes”. Y así fue. Jamás se entrometió en los gobiernos que le sucedieron. Jamás se dejó llevar por el rencor o el afán protagónico. Su retiro silencioso siempre estuvo cargado de contenido respetuoso aun si no estuviera de acuerdo con los rumbos que tomaba el país.

Su recuerdo, su amistad, sus palabras sabias que me enseñaron tanto siempre las llevaré grabadas. Nadie muere si vive en la memoria. Belisario y Rosa Helena, mujer inteligente y fina, siempre seguirán vivos. Un abrazo de corazón a sus hijos y nietos.

Miro el horizonte… se ha puesto gris dorado. Una tristeza luminosa invade la atmósfera despidiendo a un hidalgo difícil de volver a encontrar. ¡Gracias, Belisario, por todo lo que le entregaste a tu país sin esperar recompensa! Encontrarás a lo mejor un paraíso lleno de libros, poemas, palabras y música… ¡En la eterna y verdadera dimensión!

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