Todos esperamos que la recuperación del empleo sea más temprano que tarde. Pero el deseo no es condición necesaria ni suficiente para que eso ocurra.
Leer con triunfalismo las cifras publicadas el viernes pasado por el Dane, que muestran que la destrucción del empleo cedió, es una forma de mentirle a la gente.
El país pasó de 5,4 millones de empleos perdidos en abril –justo después de entrar a un fuerte confinamiento– a dos millones en septiembre. Eso es verdad. Pero no se puede perder de vista lo central: la tasa de desempleo permanece en un nivel altísimo (15,8%). Estamos hablando de 3,8 millones de desempleados. Y eso que las cifras de septiembre se dan ya en medio de la apertura.
35% de los desempleados ya llevan entre seis meses y un año buscando trabajo. El desempleo femenino es 21% (8,4 puntos porcentuales más alto que el de los hombres). El desempleo juvenil supera el 30% en las ciudades.
Además, un dato poco mencionado que aumenta las preocupaciones: la posición ocupacional que ha liderado el aumento del empleo entre abril y septiembre es la de “trabajador por cuenta propia”. ¡Esa posición ocupacional explica el 43% del rebote del empleo en los últimos seis meses! Seguimos dependiendo fuertemente de la informalidad, única alternativa para millones de trabajadores, que en muchos casos significa ingresos inestables y pobre remuneración. Y aunque algo sea siempre mejor que nada, especialmente en condiciones como las actuales, el Gobierno no puede reclamar ese tipo de recuperación como un logro.
Si el Gobierno sigue la estrategia silvestre que pone al mismo nivel reactivación con salir simplemente a la calle, será cada vez más difícil seguir reduciendo el pico del desempleo que alcanzamos en abril. A menos que se tomen medidas de política económica verdaderamente contundentes y rápidas, será una tarea de muchos años revertir el desempleo y los efectos persistentes de la crisis: pobreza y desigualdad, entre otros.
Y recordemos que el Estado había fracasado en poner sistemáticamente la tasa de desempleo por debajo de 10% incluso antes de la pandemia. Seguir bajando la tasa de desempleo a partir de ahora será duro –sin imaginar que nuevas medidas restrictivas para controlar la pandemia podrían estar a la vuelta de la esquina–.
Mientras la gente en la calle vive una tragedia profunda, le dicen a través de los medios que toda va por buen camino. Después se finge sorpresa por la indignación y el malestar social.
La esperanza y la confianza nacional, tan necesarias en estos tiempos difíciles, se recuperan con acciones y políticas sensatas, no con lecturas ligeras de las cifras ni con la estratagema del optimismo ingenuo.
Ph.D. en Economía, University of Massachusetts-Amherst. Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).