Tuiteros doble vida y multicuenta?

Pablo Felipe Robledo
30 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

Hace un mes presenciamos el insólito episodio en el que desde la cuenta oficial de la Supernotariado se enviaron enfermizos trinos insultando a los periodistas Daniel Coronell y Julián F. Martínez.‬ ‬

Al principio, esa Superintendencia pretendió ocultar no solo la verdad de lo sucedido, sino también la identidad del autor de los trinos. Pero, como más fácil cae un mentiroso que un cojo, rápidamente quedó al descubierto que los trinos provenían de Carlos Alberto García, community manager de esa entidad, quien en el pasado fue jefe de prensa del prófugo exministro Andrés Felipe Arias.‬ ‬

Y, la semana pasada, desde la cuenta personal de Nubia Stella Martínez, directora del Centro Democrático, también se enviaron injuriosos y calumniosos trinos contra la periodista Vicky Dávila. ‬En este caso, la presidenta del Centro Democrático salió a minimizar el hecho echándole la culpa a su community manager sin revelar su identidad, lo que al final tuvo que hacer ante la presión mediática. Así, apareció en‬ la escena Juan Camilo Montoya, un joven fanático que confesó haber puesto los trinos y estar muy arrepentido. ‬‬

‪En este orden de ideas, creo que no estamos en presencia de dos eventos aislados, sino ante un caso generalizado de comportamientos frecuentes de personas vinculadas al uribismo y a sectores en el Gobierno, que tienen cuentas públicas y frenteras pero al mismo tiempo tienen cuentas ocultas y cobardes para disparar a sus contradictores dependiendo del contenido o el lenguaje del trino. En unas cuentas se visualizan y en otras se anonimizan, pero a veces se equivocan y se les “cruzan los cables” y terminan no cometiendo un error del que en realidad se arrepienten, sino metiendo mal el dedo y enviando escandalosos trinos desde las cuentas oficiales para las que formalmente trabajan.‬‬

Estos hechos, a mi manera de ver, vislumbrarían algo más grave. Estarían revelando la existencia de una estrategia patrocinada o tolerada por algunos sectores dentro del actual Gobierno, que no solo no recrimina esos actos, sino que los trata de esconder, minimizar o justificar. ‬

La estrategia consistente en tener gente con un trabajo real y digno en el “día” y un trabajo encubierto en la “noche” en el que se estarían comportando como vulgares francotiradores contra opinadores y periodistas es francamente reprochable y perversa, y no parece ser el simple error de un muchacho (Montoya) o de un curtido profesional (García) que se soluciona con disculpas y lloriqueos.

Es un terrible despropósito ético, que solo cobardía revela, el tener varias cuentas para desde la clandestinidad y el anonimato atacar a diestra y siniestra a cualquier persona en detrimento de su honorabilidad, y es peor aún cuando se trata de violentar un activo social tan importante e invaluable como la libertad de prensa, sin la cual no hay democracia ni control social.

Por esa razón, el presidente Duque, si de verdad quiere acabar con la polarización del país, debe tomar cartas en el asunto, pues rodeado de fanáticos nadie ha gobernado bien y, mucho menos, nadie ha construido consensos.

 

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