Las turbas, conjunto de personas que generan confusión y caos, nos han dejado saber que, lejos de tener inmunidad de rebaño, lo que tenemos es impunidad de rebaño. Entre más numerosa la turba —y menor la posibilidad de identificar a los participantes—, mayor es su cobardía. “La turba, por definición, es cobarde y estando la cobardía incrustada en su código genético, ‘turba cobarde’ es un pleonasmo. Es cobarde porque se escuda no en el valor individual de sus integrantes, sino en el número y en el anonimato de quienes la componen”, apuntábamos en un anterior escrito. Mientras que el país busca afanosamente la inmunidad de rebaño, a la turba de vándalos e indígenas en manada y anonimato la justicia les va a reconocer impunidad de rebaño. “Cuando todos agreden, ninguno agrede”, pareciera ser parte de nuestro ordenamiento jurídico. La mayoría (no todos) de los indígenas de la minga implicados en violencia de estos últimos días les están haciendo el mandado a grupos criminales organizados con ilícitas agendas de lucro, como asegurar que el narcotráfico pueda seguir sacando droga al Pacífico.
Lo de Cali es una tragedia de tamaño mayor. El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) se queja ante las instancias internacionales y solicita al presidente Iván Duque “detener los ataques armados contra los manifestantes y dejar de criminalizar la protesta”. El CRIC, que hace caso omiso de las hordas de vándalos pagados (que portan armas de fuego, machetes, cuchillos y bates de béisbol), pretende que la violencia y el monopolio del bloqueo a Cali y al departamento sean exclusivamente de ellos. Habiendo visto los videos de cómo algunos indígenas, cuando entraban a Cali, vapuleaban cobardemente a una mujer indefensa, la activista Mónica Almanza, se da uno cuenta de que es imprescindible evitar más cobardes atropellos como esos de los que han sido víctimas los caleños. A las turbas, que adicionalmente han impedido la entrada de más de 300.000 vacunas al departamento y han sitiado las operaciones industriales y agrícolas en el Valle del Cauca, hay que desalojarlas, por las buenas o por las malas.
Los medios escritos, especialmente los extranjeros como The New York Times y El País de España, han brillado por su sesgo. La radio y la televisión internacionales (BBC y CNN) y algunos medios locales le recuerdan a uno la observación del académico Arturo Pérez Reverte: “Cada vez que se me ocurre enchufar la radio, sale uno empeñado en arreglarme la vida. Algunos, además, son polivalentes y polifacéticos y polimórficos, pues lo mismo te asesoran sobre lo que debes votar, que te dan una magistral sobre terrorismo, valoran el año económico u opinan a fondo sobre la crisis agropecuaria de Mongolia citerior. Debe de ser por eso que, en este país de navajas, analfabetos y mangantes, ciertos elementos pasan de unas radios a otras y se perpetúan desde hace años y años, apuntando siempre aquello de ya lo decía yo, aunque hayan dicho exactamente lo contrario. En otro lugar se les llamaría supervivientes. Incluso, hilando fino, oportunistas. Pero aquí son expertos. Expertos de cojones… Nunca en la historia de la humanidad hubo un tiempo como este, en el que gracias a ese multiplicador perverso de conductas que es la puta tele y sus consecuencias, gracias al mimetismo social que imita hasta el infinito la propia imbecilidad y nos la devuelve bien gorda y lustrosa, alimentada de sí misma, el ser humano ha alcanzado cotas en apariencia insuperables, pero que demuestra ser capaz de superar día a día”.