Pensé que en este momento histórico, cuando se nos atraviesan una pandemia y una cuarentena, había sido perfecto haberme abierto una cuenta en Twitter. Si no iba a salir a la calle, al menos podría darme una vuelta por la red, como quien va a un café, para seguir teniendo algún contacto con el mundo exterior. Al fin y al cabo, quienes nos dedicamos a escribir artículos necesitamos estímulos que nos den de qué hablar, y sin nuevas publicaciones, con los museos cerrados y atrapados en una conversación eterna sobre el coronavirus, la imaginación termina por empobrecerse.
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