Uber falló

Columna del lector
03 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

Por Andrés Nieto Ramírez *

Uber se fue y no le agradecimos en términos de seguridad. La aplicación nos devolvió confianza entre desconocidos, en medio de bandas delincuenciales que se especializaron para atacar con robos masivos, paseos millonarios y hasta artimañas para sacar provecho de tarifas con los famosos muñecos que alteraban los medidores de tarifas.

De forma silente, tecnologías como Uber devolvieron percepción de seguridad en viajes hacia el trabajo, la universidad o la casa. La confianza en la plataforma llevó incluso a comportarnos diferente, saludar y hasta entablar conversaciones con desconocidos. En el fondo, generó la confianza y percepción de seguridad que habíamos perdido en el transporte.

Parece sencillo, pero quienes estudiamos este campo sabemos que mejorar los índices de confianza comunitaria y autorregulación es el primer paso para la seguridad.

Uber permitió contar con una trazabilidad que guarda cada viaje y nos conectó entre conductores y pasajeros, permitiendo que en Bogotá el 97 % de los objetos perdidos reportados se recuperaran en las siguientes ocho horas.

Uber se equivocó en pensar que Colombia estaba preparada para regular las nuevas tecnologías. Uber erró en pensar que podría funcionar como en Estados Unidos, donde trabaja conjuntamente con la Policía, logrando, entre otras cosas, rastrear y monitorear a una banda de delincuentes en Brooklyn que usaban números de tarjetas de crédito para traficar con droga y mujeres explotadas sexualmente por internet. Rastreando el uso de las tarjetas robadas, no solo colaboró para frenarlos, sino que compiló las pruebas para que inmediatamente fueran judicializados.

Uber falló en pensar que se podría hacer algo como en Heliópolis, la segunda favela más grande de Brasil y a la que los taxistas se negaban a entrar por temor a ser hurtados. Allí, Uber trabajó con la comunidad para lograr pactos de cero hurtos a los vehículos de socios conductores; lo mejor, una contraprestación empresarial en la que crearon paraderos con dotación de Wifi y mobiliarios públicos al mejor estilo de los cafés de las zonas privilegiadas del mundo. Luego de la intervención, según cifras, disminuyeron los delitos cometidos en un kilómetro a la redonda en un promedio de 9,5 %.

Se irá Uber y no pudimos probar los nuevos avances en seguridad, que iban desde conexión directa y envío de ubicación a la policía, hasta una nueva opción que grabaría en audio todo el viaje. Se fue la empresa que se preocupó por hacer un filtro para conductores, con 60.000 solicitudes rechazadas por no cumplir mínimos de identidad o seguridad.

Es imposible negar que se reportaron algunos incidentes de hurto, acoso y hasta agresión, pero quizás sea hora de pensar que en Colombia el problema no es Uber u otra app, el problema es la cultura de mafias y artimañas que detienen el avance del país, el mismo que naturalizó el acoso sexual, da garantías para delinquir y crea espejismos para convencer de que el problema tiene nombre o culpable, cuando la raíz es más profunda, es cultural e histórica. Uber falló pensando que estábamos a la altura del avance del mundo.

* Periodista, especialista en gerencia en gobierno y gestión pública, posgraduado en investigación, magíster en investigación social interdisciplinaria, candidato a doctor en estudios sociales y consultor internacional en seguridad y convivencia.

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