Un burro hablando de orejas

Felipe Zuleta Lleras
28 de abril de 2019 - 10:00 a. m.

Realmente, viendo el debate en el Senado en el que el senador Álvaro Uribe llamó sicario moral al senador Petro me acordé del dicho: “un burro hablando de orejas”.

Si ha habido en Colombia en los últimos años un matón moral es precisamente el expresidente Uribe, quien se especializó desde hace muchos años (aun antes de ser presidente) en aplicarles a sus opositores lo que se conoce como el asesinato de carácter (character assassination), que consiste, básicamente, en dañarle la reputación y el buen nombre a alguien.

Y Uribe lo ha hecho de manera sistemática con periodistas como Daniel Coronell, Daniel Samper, Yohir Akerman e incluso con quien escribe esta columna. Ha hecho lo mismo con el senador Cepeda, con Petro y, en general, con sus opositores o críticos.

El expresidente Uribe ha perseguido a los que él considera sus enemigos sin ninguna consideración, sin hígados. No solo se ha metido y se mete con los periodistas y opositores, sino que, bien vale la pena recordarlo, en su momento lo hizo, nada más ni nada menos, que con los propios magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a quienes durante su gobierno chuzaron y persiguieron de manera sistemática.

Uribe, quien se disfraza bajo los ropajes del papá bueno, el de las carnitas y los huesitos es, recuerden ustedes, el que metió a alias Job a Palacio por el sótano, el del gobierno de los falsos positivos, el mismo de la yidispolítica para comprar su reelección, el de le voy a dar en la cara marica.

Sobre Uribe pesan sospechas e investigaciones de carácter judicial que ya tendrían a otros expresidentes en la cárcel; pero a él no, porque siempre ha estado, está y estará por encima de la ley.

El expresidente Uribe es peligroso, no solo por lo que hace, sino sobre todo porque es una mezcla entre el lobo vestido de oveja y el pastorcito mentiroso.

No quiero que esas palabras sobre Uribe se vayan a interpretar como un apoyo al senador Gustavo Petro, pues él también es megalómano, mentiroso e ideológicamente torcido. Petro, así pretenda hacer lo contrario, jamás se desmovilizó.

Este debate que vimos pone de manifiesto que Colombia está lejos de tener verdaderos estadistas, ya que la política cayó en lo más bajo. El recinto del Senado se parece más a lo que llamábamos el Bronx en Bogotá que al dizque recinto sagrado de la democracia.

Qué desgracia para este país que los ciudadanos tengamos que escoger entre lo que digan este par de locatos que, como los polos opuestos, acaban finalmente atrayéndose porque se necesitan el uno al otro para seguir en sus macabros juegos políticos.

Este país se merece mucho más que un matón moral o un exconvicto para salir adelante, pero como vamos, las cosas no parece que mejoren. Como se dice popularmente frente a tan desapacible realidad, que entre el demonio y escoja (si es que frente a este par de personajes funestos no sale corriendo).

Notícula. Por razones insalvables esta columna no aparecerá la semana entrante.

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