Un conflicto que no olvida

Columnista invitado EE
21 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

Por Silvia Delgado Maldonado

Las críticas por la falta de esclarecimiento de la responsabilidad del Ira por el terrorismo durante el periodo conocido como The Troubles no se hicieron esperar, luego de conocerse que el Sinn Féin había ganado las elecciones en Irlanda el pasado 8 de febrero. El grito de victoria: “Up the ‘RA” (“Arriba el Ira”), de David Cullinane, uno de los diputados electos, abrió nuevamente el debate sobre el compromiso de los líderes del partido con la verdad sobre el conflicto como presupuesto y condición para su participación política.

Durante más de tres décadas, Irlanda del Norte estuvo sumida en un conflicto entre dos facetas: los unionistas/protestantes, que abogaban por mantener los lazos con el Reino Unido, y los republicanos/católicos, que defendían la independencia del Reino Unido y la integración con la República de Irlanda. The Troubles concluyó en 1998 con la firma en Belfast del Acuerdo de Viernes Santo (Good Friday Agreement), dejando un legado de más de 50.000 víctimas, en su mayoría civiles víctimas de ataques terroristas perpetrados por los grupos paramilitares de una y otra parte en el conflicto. Como resultado del cese del fuego y los incentivos para el desarme del Ira, se incluyeron varias disposiciones para la participación política del Sinn Féin —partido político mayoritario de la faceta republicana— en el acuerdo de “poder compartido” de gobierno para Irlanda del Norte.

Desde 1998, el Sinn Féin experimentó un crecimiento político en toda Irlanda que, sin embargo, fue moderado como consecuencia de la asociación del partido con el Ira. Que no se haya esclarecido el alegado involucramiento del entonces presidente del partido, Gerry Adams, en la desaparición de Jean McConville —“the mother of 10”—, junto con la supuesta participación de la dirigencia en el ataque de Enniskillen (Poppy Day Massacre), son sólo algunos de los lapos con los que seguirá cargando el Sinn Féin.

Aunque la elección de Mary Lou McDonald como directora del partido en 2018 respondió a un esfuerzo de modernización y a un intento para desligarlo del liderazgo tradicionalmente asociado con el Ira, priorizando otras reivindicaciones por encima del deseo de la Irlanda unificada, lo cierto es que la vinculación del partido con el Ira durante The Troubles es una deuda histórica del “poder compartido” que será imposible evadir.

En Colombia seguimos ciegos y sordos ante las lecciones de otros procesos. El afán de las Farc de justificar el secuestro como política de financiación de la guerra, los relatos sobre el buen trato a los secuestrados para evadir responsabilidad por tortura, la justificación como objetivos militares legítimos de ciertos ataques indiscriminados contra la población civil, así como las recientes declaraciones del general Montoya sobre la falta de educación y recursos de los soldados que cometieron falsos positivos son una burla directa contra las víctimas y el reclamo de la sociedad colombiana de conocer la verdad sobre estos vejámenes. La participación en los órganos de representación política de los unos y la permanencia en el poder de los otros deberían depender de un compromiso real y verificable —más ético y político que jurídico— con la verdad de lo ocurrido en el conflicto armado.

 

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