Un desayuno con más huevos que tocineta

Si le revocaron la visa de entrada a los Estados Unidos a la fiscal de la Corte Penal Internacional en respuesta a la tentativa de apertura de investigaciones sobre crímenes de guerra en Afganistán, por qué extraña que la misma administración tome represalias contra uno de los colombianos que denunció la presión ejercida por el embajador sobre los congresistas para que aprobaran las objeciones presidenciales a la JEP.

Y todavía hay quienes consideran que lo que revela el episodio ocurrido con el embajador Kevin Whitaker es que el gobierno de los Estados Unidos está preocupado por la buena implementación de la justicia en el tema del Acuerdo de Paz con la guerrilla. El mismo país que se opuso desde el principio a la creación de la Corte Penal Internacional, que acaso sea uno de los mayores emblemas internacionales de defensa de los derechos humanos, vendría a ser considerado el encargado de iluminar el camino de las víctimas, la reparación y el derecho a la no repetición.

Lo que sí quedó claro del desayuno, en el que Whitaker sacó a relucir sus mejores y más bajas armas de chantaje para imponer las objeciones a la JEP (no habrá más dinero para Colombia si no obedecen, etc.), es que no habrá pruebas públicas contra Santrich por parte de los Estados Unidos. No solo no son entonces las víctimas y su derecho a la verdad lo que interesa, sino que el acceso a una justicia transparente tampoco está entre lo que pretenden garantizar.

Es más, tanto era el interés en presionar a los congresistas que hasta se les sugirió que se le atravesaran a la Corte Constitucional. De postre y para que no se diga que el embajador no es muy simpático, se habló de la posibilidad de que Colombia, al desobedecer en el tema de la extradición, quedase sometida a las labores de la ahora sí respetable Corte Penal Internacional.