Un gran mundial

Iván Mejía Álvarez
23 de abril de 2018 - 12:23 p. m.

La calidad de los protagonistas del gran fútbol mundial, el nivel competitivo de las grandes selecciones, la valía individual de jugadores como Messi, Ronaldo, Neymar, Hazard, Salah, Silva, Iniesta, De Bruyne, para no citar sino algunos, permiten esperar un Mundial a tope, un Mundial que puede hacer historia.

Una gran ventaja es que los mejores equipos del planeta practican un juego netamente ofensivo. Algunos se guían por la ecuación robo, recuperación, desdoblamiento al ataque y otros modelan su fútbol bajo la premisa posesión, apertura de espacios y asociación con la pelota. Unos parten de la bola y otros interpretan el juego como la búsqueda de los espacios.

Pero todos, absolutamente todos, tienen una constante: se cierran para defender, sumando gente, tapando espacios, neutralizando adversarios y se abren para atacar, ampliando la cancha, sumando jugadores a la fase ofensiva.

¿Será Rusia un Mundial con grandes innovaciones tácticas? Difícil, los parámetros de competición no permiten albergar mayores esperanzas en cuanto a revoluciones de módulos. En el fútbol todo parece inventado con ligeros matices de interpretaciones.

Por ejemplo, será difícil encontrar un equipo que juegue como lo hizo la Roma en sus dos duelos frente al Barcelona. Líneas de presión absolutamente adelantadas, reducción total de espacios entre volantes y defensores para poder recuperar en pocos metros y lanzar el contraataque. Por momentos el equipo de Di Francesco tuvo cosas del antiguo Milan de Sacchi, zona lineal, achique y agrande en los movimientos, trabajos mixtos de zona y hombre. Como hicieron con Iniesta, a quien De Rossi no le permitió moverse con la más mínima libertad. Un trabajo táctico muy interesante que obliga a una intensidad física, a una preparación atlética.

Frente a esa presión e intensidad física se encontrarán equipos con una idea táctica diferente. La España de Lopetegui ha interpretado en los últimos dos años el modelo del tiki-taka que recuerda las mejores épocas del Barca de Guardiola. Asociación con la pelota a partir de la unión de eximios conductores de la bola como David Silva, Andrés Iniesta y Thiago Alcántara amparados en el poder de recuperación de Busquets y Koke. Pero España será una ínsula en un Mundial donde los bloques serán la modalidad imperante. Pocos equipos tienen la posibilidad de tener grandes tocadores como para interpretar el fútbol a partir de la posesión.

Pensar que el Mundial lo decidirán los grandes genios parece un error. Sin el colectivo, sin el fútbol de conjunto y la interpretación de la partitura correcta, no hay solista que brille. Si Portugal no le lleva la bola al gran goleador que es Cristiano, si Messi no consigue quién empuje lo que él ofrece en bandeja, si De Bruyne no consigue quién remate su gestión al lado de Hazard, si Silva e Iniesta no logran que el atacante en punta defina, no pasa nada. El fútbol es colectivo.

 

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