Publicidad

¿Un nuevo complot?

Francisco Gutiérrez Sanín
17 de octubre de 2008 - 02:12 a. m.

¿CUÁL HUBIERA SIDO EL EFECTO DEL TLC sobre Colombia? Hay tres respuestas posibles: positivo, negativo o nulo. Si no recuerdo mal, cada una de tales opciones ha sido apoyada por estudios serios. Yo no estoy en capacidad de emitir un juicio razonado, así que por ahora me encuentro en la categoría de “no sabe/no responde”.

Sea cual fuere la respuesta correcta, de lo que sí estoy seguro es que TLC ya no va a haber por mucho tiempo, por tres razones sencillas. Primero, al parecer los demócratas van a ganar en Estados Unidos. No tanto ganar: si las cosas siguen como van, arramblarán con todo. Si no hay un error craso de último minuto —claro que con los demócratas nunca se sabe— se quedarán con la Presidencia y las dos Cámaras (están apostando además a obtener mayorías muy amplias, que evitarían diversas formas de bloqueo con que cuentan los perdedores en el Congreso gringo). La imprudencia cometida por las autoridades colombianas de poner durante años todas las fichas a favor de Bush —no compensada por las tibias y confusas protestas de neutralidad de último momento, cuando la balanza ya se inclinaba hacia un lado—, podría salir cara. Créanme que va a haber cambios en las relaciones de Colombia con Estados Unidos —de pronto no dramáticos, pero sí lo suficientemente grandes como para que María Isabel Rueda quiera salir a las calles (quizás de gancho con Ernesto Samper) con un gran cartelón exigiendo “Yankees go home!”—.

Segundo, la crisis financiera mundial obligará a repensar muchas cosas. Los acuerdos existentes no se renegociarán de manera inmediata, pero nadie va a correr a hacer otros nuevos. En tiempos de vacas flacas, la aversión al riesgo aumenta. Además, las ideas cuentan: corren nuevos vientos (creo que la concesión del Nobel de Economía a Krugman es un buen símbolo de ello), y tanto los políticos como los burócratas prudentes querrán que las aguas se decanten antes de tomar decisiones que pudieran exponerlos. Ni los más insensatos optimistas deberían esperar que en estos tiempos de turbulencia, nuestras autoridades fueran a recibir algo más que comprensivas palmaditas en la espalda. Para no hablar ya de que no somos ni de lejos la prioridad para un gigante que está pensando ante todo en su propio pellejo.

Tercero, el Gobierno colombiano no se ayuda. Para poner el ejemplo obvio, el tic de criminalizar automáticamente los movimientos sociales puede suscitar grandes simpatías aquí, pero afuera es tan contraproducente como pueda imaginarse. Además, la secuencia argumental es característicamente chambona. Primero, se dice que no hay guerra. Después, se afirma que ya la ganamos. Por último, se proclama que toda protesta es manipulada por el (inexistente-derrotado) enemigo. Como por otra parte esas acusaciones se hacen sobre el trasfondo de asesinatos de seres humanos de carne y hueso (por ejemplo, dos indígenas hace muy poco), y tienen además el potencial de invitar a nuevas violencias, rápidamente se pasa de lo cómico a lo siniestro. El Gobierno proclama que todo hace parte de un complot contra el TLC, pero –para ponerlo en términos que pueda entender con facilidad— con esas actitudes está cavando su propia fosa.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar