Un nuevo consenso europeo

Daniel Emilio Rojas Castro
29 de mayo de 2018 - 03:00 a. m.

La posición europea sobre el Acuerdo de Viena (Joint Comprehensive Plan of Action/JCPoA), que fija las reglas sobre el programa nuclear iraní, se estableció en el curso de los dos últimos meses y se oficializó en un encuentro reciente de cancilleres en Sofía (Bulgaria): si Teherán respeta lo acordado, la Unión Europea también. Corresponderá a las partes involucradas (Francia, Alemania, Inglaterra, China, Rusia e Irán) decidir cómo ejecutarlo teniendo en cuenta las inevitables dificultades que producirá el retiro de los EE. UU.

Más que Corea del Norte o Siria, el acuerdo con Irán se ha convertido en un verdadero test para la proyección internacional de la Unión Europea. Respetar el Acuerdo de Viena no sólo implica reasumir responsabilidades militares que se habían delegado en la alianza transatlántica, sino sobre todo establecer cuáles son los contornos económicos y políticos de la soberanía europea. Tal como lo mencionó la canciller alemana, “el tiempo en que podíamos contar con los EE. UU. para protegernos ha terminado (…) Europa debe tomar su destino entre sus manos; es el desafío del futuro”.

Ese desafío constituye una de las bases para construir un nuevo consenso europeo en materia de defensa y comercio internacional. En esta coyuntura la cuestión iraní actúa como un catalizador importante. 

La iniciativa reciente de crear una fuerza de intervención exterior basada en el batallón franco-alemán y el programa europeo de drones militares financiado por Alemania, España, Francia e Italia han suscitado reservas en Washington porque la inversión en operaciones europeas puede privar a la OTAN de recursos importantes. Preocupa también el hecho de que en Europa se empiece a pensar lo impensable: una aproximación en seguridad y defensa con Rusia para preservar lo acordado con el gobelino de Hassan Rohaní, algo que abre la posibilidad para que de ahora en adelante los europeos no actúen de la mano con los EE. UU. en Siria.

Un segundo elemento a tener en cuenta es que la guerra comercial favorecida por los halcones de la Casa Blanca contra los europeos (y los chinos) está contribuyendo a revaluar el papel del euro en la economía mundial. La posibilidad de prescindir del dólar para establecer un intercambio entre Irán y la UE está siendo discutida por diferentes organismos de la Unión y varias posibilidades se están dibujando: activar el mecanismo que se empleó con Cuba para eludir las sanciones estadounidenses comprar el petróleo iraní en euros y no en dólares, y finalmente estimular la inversión en Irán a través de la banca europea que, a su vez, promoverá créditos en euros entre los distintos bancos de los países de la Unión. Para Washington el riesgo no está en que se establezca un patrón de intercambio diferente entre Europa e Irán, una economía pequeña y aislada por las sanciones, pero sí en el hecho de que se configure una tendencia internacional que matice la importancia del dólar como moneda de referencia comercial.

Que en París y en Berlín se crea que las coyunturas de la política mundial le están quedando grandes a Washington, y la certeza de que el presidente Trump se postulará a una segunda elección presidencial son razones suficientes para plantear una estrategia global diferente en la que Europa abandone la protección que había recibido a cambio de su obediencia. 

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