La fiesta iba bien hasta que llegó Pastrana. Su columna de opinión en El Tiempo es la sirena de la policía pidiendo que le bajen a la música. Nos recuerda que la alegría tiene unas razones concretas y no es un estado de euforia duradera.
No ganó Biden, perdió Trump.
Además de autoinvitarse al festejo, Pastrana sugiere que conoció bien a Biden y que ahora que fue elegido presidente de los Estados Unidos son mejores amigos. Una pastranada inofensiva, de no ser por la insistencia en el acompañamiento de Biden al Plan Colombia.
Como senador demócrata, el nuevo presidente de los Estados Unidos fue un entusiasta defensor de las fumigaciones con glifosato en el sur de Colombia. Apoyó e impulsó el mismo Plan Colombia que Pastrana defiende por encima de cualquier revisionismo crítico (y cuyo borrador fue escrito en inglés).
En su afán por asegurar el desembolso de los recursos del Plan Colombia, el Gobierno colombiano de la época le puso límites al accionar violento del ejército y les abrió el camino a los paramilitares. El fortalecimiento del ejército y los pedidos estadounidenses de respeto a los derechos humanos condujeron a la invisibilización del paramilitarismo.
Al presidente Biden lo antecede un marcado gusto por la mano dura contra el crimen y el consumo. En campaña política, sin embargo, se le escuchó menos adicto a las medidas represivas. Las apabullantes cifras estadounidenses de discriminación racial en temas de encarcelación, uno de sus legados, quizás ayudaron a que diera el giro.
Tarde, pero a tono con un país que ya empieza a liberarse del prohibicionismo. Incluso para drogas consideradas fuertes. Para Colombia y la región, la historia continúa. En materia de política antidrogas nos debatimos entre glifosato o erradicación forzada, y no parece que Biden esté interesado en revolucionar la guerra contra las drogas.
Apoyará el proceso de paz, ojalá. Pero en el horizonte no hay un nuevo Plan Colombia redactado en español.