Un polvorín

Felipe Zuleta Lleras
25 de febrero de 2018 - 04:30 a. m.

No tengo la menor duda: el ambiente está enrarecido. Pero no solo lo digo por el tema político y la campaña presidencial, sino aun por los temas sociales.

Por ejemplo lo que pasó con la crisis de las basuras en Bogotá que acabó generando disturbios por parte de unos delincuentes que aprovecharon para atacar a los articulados de Transmilenio.

Veamos lo que aconteció esta semana con los saqueos a muchos supermercados del país que acabaron en toques de queda en donde se encuentran dichos almacenes. No entraré a analizar si esto pasó porque supuestamente dichos establecimientos de comercio pertenecen a las Farc y entonces, como dijeron algunos, se podían robar por aquello de que “ladrón que roba a ladrón, tiene 100 años de perdón”. Lo digo porque esto lo que muestra es una descomposición social que no puede seguir atribuyéndose a unos pocos vándalos. Hay un descontento generalizado a todos los niveles. Los ricos se quejan y andan pesimistas, los empleados están reventados con sus salarios y los altos impuestos, los estudiantes y jóvenes no creen en nada ni en nadie.

Muchos son los factores que han hecho que los colombianos estemos pesimistas. Tal vez, como lo hemos dicho anteriormente, el peor mal es el de la corrupción. Todos los días, y no es exagerado afirmarlo, aparecen nuevos escándalos de podredumbre a todos los niveles.

Estamos hastiados porque a donde uno mete el dedo aparece pus. Todo hiede literalmente a mierda. Me da pena la expresión, pero fíjese usted que Colombia perdió seis puestos en la calificación de Transparencia Internacional, pasando del puesto 90 al 96. Eso es otra prueba más de la percepción que tenemos los colombianos y de lo que está pasando realmente. ¡Se robaron el país!

A ese pesimismo generalizado súmele usted la manera como se judicializan los odios. La prueba más reciente es el caso de una demanda del senador Álvaro Uribe en contra del senador Iván Cepeda, que acabó devolviéndosele como un bumerán al expresidente, a quien la Corte investigará por manipulación de testigos. Entonces en vez de asumir el proceso, deslegitima a la Corte Suprema, pone a su gente a decir que dentro de los acuerdos con las Farc estaba meterlo preso y se victimiza. Uribe con su egolatría se siente por encima de la ley. Y, claro está, con esa actitud lo que hace al final del día es seguir con la desinstitucionalización del país.

El daño que actitudes como estas le hacen al país es inmenso. Uribe borró con el codo todo lo que hizo con la mano cuando fue presidente.

Santos llegó a la Presidencia con las banderas de Uribe y acabó haciendo lo contrario. Y así podríamos mencionar cientos o miles de casos.

Lo cierto, amigo lector, es que hay un desgano generalizado que no nos permite ver las cosas buenas que pasan en Colombia, porque tenemos un síndrome rarísimo: destrozar lo bueno y darle prioridad a todo lo malo.

Hay que decirlo: es culpa de nuestra mal llamada clase dirigente que se cagó literalmente al país. Estamos en un polvorín.

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