Un trino de Paloma

Gonzalo Hernández
16 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Hay razones para cuestionar la más reciente salida de la senadora Paloma Valencia en Twitter: “¿Por qué no que los egresados del sistema cofinancien la educación de la siguiente generación, aportando 20% de sus salarios durante diez años después de graduarse?”. Así, la senadora Valencia hace eco a una propuesta que no por ser bienintencionada deja de ser ligera. La idea, en blanco y negro, es cobrarle un impuesto a la educación para financiar la educación.

Decir que la educación debe financiarse con impuestos a los más educados, así como sugerir que la salud debe ser financiada por los más saludables, es un distractor. En lugar de ponerles más impuestos a los egresados, con la posible perversidad de que al reducir los retornos de la educación se reduzca precisamente la inversión que hacen las personas en educación –capital humano–, debería mejor mantenerse la idea de que los altos ingresos y riqueza tienen que ser la fuente de financiamiento de la educación pública. Las personas naturales más privilegiadas en términos económicos obtienen sus beneficios gracias a la sociedad que los alberga. Y, además, son el grupo que tiene la capacidad para pagar más impuestos sin que su bienestar sea fracturado.

No obstante, el impuesto que propone la senadora es otro impuesto que pagaría principalmente la clase media. Es una propuesta típica del catálogo conservador, que se parece más a incrementar el IVA –con el fin de financiar rápidamente el presupuesto público– que a un aumento de los impuestos efectivos pagados por los más ricos.

Veo difícil convencer a los egresados, insatisfechos por los retornos de su educación, y que ya pagan otros impuestos e intereses por deudas educativas, de que ahora deben poner más, cuando solo un pequeño grupo de ellos se beneficia sustancialmente del sistema.  

Hay que celebrar, de todos modos, que se esté debatiendo cómo financiar la educación y que se reconozca que los problemas fundamentales del país son un problema de todos, no solo de quienes no tienen acceso a una educación de calidad.

Aunque no es la primera vez que las calles son recorridas para reclamar por el estado de la educación pública, la semana pasada emergieron señales de apoyo, que antes eran extrañas en Colombia; por ejemplo, el respaldo de miembros de las instituciones privadas de educación. Aquellos lejanos a las trampas de pobreza o que han sido capaces de escapar de estas saben que la sociedad en la que viven sería mucho mejor si todos, no solo ellos, tienen la oportunidad de una mejor educación.  

Falta ahora, entonces, que la solidaridad de la protesta se refleje en exigir un Estado con mayor gasto público en educación financiado con más impuestos pagados por las personas naturales de más altos ingresos y riqueza.

Como dijo el senador Gustavo Petro, en respuesta a la senadora Paloma Valencia: “¿Y por qué no hacemos un pacto social donde las grandes fortunas paguen más impuestos y se pueda financiar la educación de la niñez y la juventud hasta la educación superior? Ese es el verdadero pacto de paz para una sociedad del conocimiento”.

* Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).

 

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