Una comedia de enredo

Piedad Bonnett
24 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Muchas personas en las huestes del Centro Democrático tienen ribetes caricaturescos. Desde personajes como Ma. Fernanda Cabal o Paloma Valencia, o los siniestros personajes antioqueños que dicen que van a defender el orden a la verraca, pasando por el presidente eterno, que en sus iracundias suele volverse patético, y hasta por el actual mandatario, que a pesar de parecer tan compuesto y de su autoritarismo disfrazado de bonhomía, cada tanto se desliza al borde del ridículo, como cuando afirmó que el número siete es importante para la cultura porque “tenemos las siete notas musicales, las siete artes, los siete enanitos. Mejor dicho, hay muchas cosas que empiezan por siete”. Pero ya la tapa es Pacho Santos, que cada tanto la embarra, como cuando recomendó el uso de tásers eléctricos diciendo que “con armas no letales, como esas, pues les meten voltios a los muchachos y el muchacho cae (...) y lo llevan arrestado”.

La filtración de una conversación privada con la recién nombrada canciller, Claudia Blum, hace parte de ese sainete, y sólo serviría para reírse si no fuera por todo lo que revela. Es verdad que se trató de una conversación privada, como afirma Santos, pero no, como dijo él mismo a la W tratando de salvarse, de un “informe” que le daba a su jefa, la canciller, pues cualquiera que oiga el diálogo que llegó a Publimetro comprende que se trataba de puro chismorreo: dos cotorras hablando “a calzón quitao”, una más que la otra, porque como acaba de decir el mismo Pacho, él es muy “expresivo” y muy “sincero”. Cualidades que no son, precisamente, las mejores en quien ocupa un cargo diplomático.

Claro que es totalmente cierto que, como enfatizó Santos cuando se armó el alboroto, nada de lo que allí se dijo es “nuevo”. Pues, ¿qué de nuevo puede tener decir que Carlos Holmes Trujillo lo que “estaba haciendo es política”, como afirma Blum, o que “no sabe de eso…”, como dice Santos, para referirse a su nombramiento como ministro de Defensa? (Tampoco fue que Trujillo diera muchas bolas como canciller, siguiendo al pie de la letra las consignas uribistas contra Venezuela y Cuba. Aunque yo me pregunto qué dirá Trujillo sobre las competencias de Santos como embajador). ¿Y nos extraña oír del exministro Botero que “no trabajaba, no hablaba inglés y no venía”, cuando debió renunciar por ineptitud? ¿O nos sorprende comprobar que para que los gringos resuelvan lo de Venezuela a Pacho Santos “lo único” que se le ocurre son “acciones encubiertas allá adentro, acciones para generar miedo, para apoyar a la oposición, que está muy sola”?

Este es pues el nivel del “análisis” a la hora del “informe” del subordinado a su jefa. Y ahora se concentran en lo secundario: la ilegalidad de la grabación, olvidando que el uribismo tiene rabo de paja con las chuzadas del DAS. Así sea ilegal, infortunadamente la grabación tiene pertinencia: mientras los colombianos marchamos para protestar contra el desgobierno y las políticas neoliberales, unos funcionarios que vemos por el ojo de la cerradura reconocen la fragilidad del tinglado donde bailan, y de paso confiesan que no creen en la obra que representan, ni en el autor, ni en el director, ni en los actores principales.

 

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