Una firma no se le niega a nadie

Elisabeth Ungar Bleier
31 de agosto de 2017 - 02:30 a. m.

La inscripción por firmas de la candidatura de Germán Vargas Lleras a la Presidencia y la propuesta que se presentó en el Congreso de la República de eliminar esta figura reavivaron un debate que se viene dando de tiempo atrás y que merece ser retomado.

Esta modalidad para la inscripción de candidatos tiene como propósito que las personas que aspiren a cargos de elección popular puedan postularse por fuera de la institucionalidad partidista, con el apoyo de un determinado número de ciudadanos. Lo que buscaron era promover mecanismos alternativos de participación electoral que les permitiera a los llamados “candidatos de opinión” participar en contiendas electorales y a los electores, votar por líderes nuevos y así ampliar la democracia. Lo que estamos viendo es que la excepción se convirtió en la regla.

Si bien la idea es loable, con el tiempo se ha ido desgastando y desnaturalizando, al punto que hoy hay 27 aspirantes a la Presidencia que se van a inscribir por firmas. Algunos de ellos, consecuentes con el objetivo que inspira esta procedimiento, y merecen todo el respeto y apoyo. Pero muchos otros lo hacen por oportunismo o porque ven la oportunidad de sacarles provecho a las ventajas que este representa. Por ejemplo, utilizar la recolección de firmas para darse a conocer, para comenzar su campaña antes de la fecha prevista para los candidatos de partido, para evadir los controles a la financiación de campañas, para hacer publicidad de manera anticipada o para dejarse contar para luego hacer alianzas con otro u otros partidos, como ha sucedido en el pasado. Además, el candidato, una vez elegido, no tiene que rendirle cuentas a nadie. A ningún partido ni a quienes firmaron para apoyar su inscripción, que además posiblemente lo hicieron también por otros aspirantes. Porque como reza el dicho, una firma no se le niega a nadie.

Las razones que la mayoría de aspirantes aduce es que los partidos están muy desgastados y deslegitimados y que no representan los intereses de los ciudadanos. Esto sin duda tiene mucho de verdad. Pero no se puede olvidar que muchos de los candidatos que hoy reniegan de los partidos contribuyeron al desprestigio que enfrentan. Además, no son independientes ni van a dejar de utilizar sus maquinarias electorales para hacerse elegir.

La proliferación desbordada de candidatos por firmas en nada contribuye al fortalecimiento de los partidos. Por el contrario los debilita, le abre las compuertas al personalismo porque el ciudadano acaba votando por la persona antes que por proyectos colectivos.

Igualmente, en contravía de lo que vienen pregonando varios candidatos, este mecanismo no garantiza la renovación en la política y mucho menos blinda del ingreso de dineros ilegales a las campañas. Esto se desvirtúa fácilmente al hacerles seguimiento a numerosos alcaldes, gobernadores y concejales que fueron electos amparados en movimientos significativos de ciudadanos y que hoy están siendo seriamente cuestionados e incluso investigados.

* Miembro de La Paz Querida.

 

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