Una mejorita a un editorial

Antieditorial
18 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Por Norman Mesa Lopera

En respuesta al editorial del 15 de junio de 2018, titulado “Debates obligatorios y bien organizados”.

Contrastar posiciones entre candidatos es tal vez el verbo que debería matizar debates públicos. Es que, tanto para el público televidente y el radioescucha, como para quienes funjan como moderadores, el escenario es inmejorable para conocer la verdad que hay detrás de una publicidad con la que se vende un programa de gobierno.

Y claro que de una primera vuelta a la segunda, y definitiva, es importante disponer de esa herramienta democrática, pues pueden presentarse ajustes y mejoras en el discurso, y también adhesiones que requieren explicaciones. Sí, de eso carecimos en las tres semanas anteriores.

“Debates obligatorios y bien organizados”, editorial de El Espectador del viernes 15/06/2018, propone una reflexión que es importante considerar, y ese elemento de que una autoridad como el Consejo Nacional Electoral (CNE), con ley en la mano, sea el estamento que se ponga al frente tiene validez, pero hay puntos que merecen considerarse para no dejar coja la iniciativa:

1. En ningún aparte del editorial hay un mea culpa en nombre de todos los medios de comunicación que, violando cualquier cantidad de normas, incluyendo las de sentido común, dejaron por fuera de los debates a candidat@s, que hasta ese CNE (el mismo organismo que proponen para que a futuro ejecute una ley de debates) jamás les objetó tal condición, y eso debido a que no marcaban bien en las encuestas. Como mínimo eran personas a las que les cercenaron el derecho a la igualdad, que en un Estado democrático es sagrado, y hoy no deben mirar con mucha simpatía a los distintos medios. En la retina de muchos aún está la imagen de un Antonio Navarro irrumpiendo abruptamente en un debate de primera vuelta en 1994 entre Ernesto Samper Pizano y Andrés Pastrana Arango, moderado en su momento por Yamid Amat, lo que a la postre le entregó una frase, “métase en el debate”, que utilizó en una campaña posterior. Siempre, excluir es cuota inicial de violencia, y siendo la sana convivencia lo que anima a una nación a echar mano de procesos electorales transparentes, la responsabilidad de los distintos medios de comunicación debe estar a la orden del día.

2. Hacerlo obligatorio implica, de plano, sancionar a quienes no concurran. Una persona que se precie de ser candidato no puede, no debe, renunciar a un tipo de oportunidad como esa para exponer, refutar, contradecir, aclarar en tiempo real. Más bien sería ponerle un comparendo moral, instalando en el puesto que le corresponda una imagen suya, como dando a entender que para ese candidato informar al ciudadano no está dentro de sus preocupaciones. Por Dios, no nos inventemos más obligaciones y sanciones innecesarias que terminan aumentando un dossier de tareas de entes de justicia y control que ya están quedando mal con lo que tienen bajo su responsabilidad; el pueblo también juzga y sanciona. También el recuerdo me trae a un Virgilio Barco Vargas renunciando a debatir con sus pares, Luis Carlos Galán Sarmiento y Álvaro Gómez Hurtado, en los días previos a su triunfo un 25/05/1986. Y por último:

3. Una de las razones de los candidatos para no atender citas de debates fue que en su mayoría se cruzaban con sus agendas de campaña. ¿Recuerdan el desplante que, excepción hecha de Sergio Fajardo, los demás candidatos le hicieron a Vicky Dávila? Valdría la pena que, en últimas, el organismo que se encargue de esos debates y de su reglamentación fije fechas, horarios y logística con la debida anticipación, teniendo especial cuidado de que también las temáticas a tratar queden definidas.

Sí, debates sí, organizados, programados, reglamentados y, en lo posible, concertados con las distintas campañas. Así, quienes somos meros espectadores, pero que al final con nuestro voto avalamos o rechazamos propuestas, tendremos un panorama más claro para ser responsables al momento de votar. No hay activo más grande para una democracia y una nación que ciudadanos debidamente informados… Sólo así serán más razonablemente exigentes con sus gobernantes.

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