Sirirí

Una ministra excepcional

Mario Fernando Prado
20 de julio de 2018 - 02:00 a. m.

Apostaría a que la historia de la cultura en Colombia se divide en antes y después de Mariana Garcés, la ministra de Cultura, quien tras ocho años al frente de una cartera que llegó a pasar desapercibida, es hoy un modelo de inclusión, eficiencia, ética y creatividad.

Su labor ha sido incansable: obtener la aprobación de las leyes de espectáculos públicos, que permitió no solo que pudieran venir a nuestro país renombrados artistas internacionales, sino también recolectar más de $100.000 millones que fueron reinvertidos en 127 escenarios, en 34 municipios, logrando que ese sector se formalizara.

Construir y poner en marcha más de 220 bibliotecas y pasar de cinco a doce millones de usuarios. Sacar adelante las leyes de filmación en Colombia, lo que ha significado la aprobación de 39 proyectos dando a conocer los valores nacionales en todos los campos del séptimo arte.

Y la cristalización de la ley del patrimonio sumergido, son algunos de los muchos resultados que avalan la gestión de esta caleña, abogada uniandina, que, gracias a ser “de provincia”, descentralizó el Mincultura y lo llevó a los más remotos confines de nuestra geografía.

Exenta de la malsana figuración y de los pedantes oropeles con que suelen arroparse quienes viven en el elitista mundillo cultural, Mariana, ajena además a las cuotas politiqueras, no tuvo problema alguno en poner en su sitio a quien fuera, gracias a su temperamento fuerte y a que no traga entero.

Un manejo impecable y una gestión implacable para cumplir los objetivos le valieron el respeto, incluso de aquellos que salieron defraudados cuando para nada les sirvieron las influencias, permitiendo que la transparencia estuviera siempre presente en todas las actuaciones de un Ministerio que, ojalá, tenga como reemplazo a alguien que continúe una gestión admirable y aplaudida por todo el sector cultural colombiano.

Mariana volverá tiempo parcial a su natal Valle del Cauca, en donde no tendrá problema alguno si le toca montar en chiva y reunirse con las comunidades de todos los pelambres y sacar adelante cualquier proyecto cultural de los muchos que le viven rondando en su inquieto corazón.

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