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Covideas varias

Álvaro Restrepo
10 de agosto de 2020 - 03:30 p. m.

Continúa este fatídico 2020 sin que aún veamos una luz al final del túnel. El año más extraño de nuestras vidas nos dejará huellas indelebles, lecciones inolvidables: aún insisto en llamarlo El Año de la Maestra Pandemia. Nunca tan frágiles y vulnerables, nunca tan impotentes y humillados: la arrogancia criminal de los Trumps, los Bolsonaros, los Putines, los Johnsons etc se ve aún más patética frente a las verdades que nos ha espetado en la cara la asesina. Nada que hacer: apretar los dientes, aguantar, hacerle el quite y esperar la incierta vacuna.

Y mientras tanto, continúan desgranándose, para que por nada del mundo vayamos a aburrirnos, Las Bromas de Dios, (como también me gusta llamar a los demás acontecimientos inexplicables y horrendos que nos aplastan todos los días). ¡Sí! Es divertida y excitante la vida: ¿Qué tal la alucinante y cinematográfica explosión en Beirut? Ni en la mejor de las películas de Schwarzeneger habríamos visto algo tan bien orquestado y ejecutado. ¿O el macabro episodio de la serie La Rodilla Asesina de Minneapolis y todo lo que desencadenó?...¿O la escena tremenda de unos seres hambrientos y desesperados en Tasajera, saqueando un camión volcado lleno de combustible y que estalla para fritar y ‘tasajear’ a más de 40 personas? No...imposible aburrirse en el confinamiento....tenemos aún más tiempo para seguir con morbo y detalle cada uno de estos entretenidos sucesos.

Y ni hablar de quienes hemos perdido un ser querido o cercano a causa de la pandemia: en El Colegio del Cuerpo, uno de nuestros más queridos colaboradores desde hace 15 años, Don Guillermo Vivanco Guerrero, nuestro conductor y jefe de servicios generales, un gran señor, en 15 días intubado en una UCI, fue devorado por la plaga: nunca obtuvo su familia un diagnóstico. Con el certificado de defunción les entregaron la prueba positiva para COVID, sin más explicaciones: sospechosa y criminal negligencia. Pero ¿qué se puede esperar de una ciudad en la que hasta en las clínicas privadas, enfermeras y médicos organizan parrandas en un quirófano mientras preparan, para ser intervenida, a una pobre paciente desnuda?

(Ver video de hace un par de años del indignante episodio en la Clínica Sta Cruz de Bocagrande:

Ese es nuestro sistema de Salud. Esa nuestra realidad. Esa nuestra desesperanza.

Pero no quiero terminar esta nota únicamente elencando oprobios: algo positivo seguramente nos traerá la pandemia.

He pensado en dos renglones de nuestra vida moderna que podrían modificarse —para bien— a partir de esta crisis (Voy a pensar con el deseo...aunque en el fondo sé que soy ingenuo): el uso del automóvil individual y privado y los aviones.

Sobre el primer punto: si algo mágico y benéfico nos ha aportado el confinamiento es la posibilidad de experimentar la ciudad con menos automóviles. ¡El mejoramiento de la calidad del aire y la disminución del ruido y de la contaminación visual! El uso de la bicicleta y de otros medios de transporte no contaminantes y que además estimulan el ejercicio es esperanzador. Sin embargo, el miedo al contagio en los medios masivos de transporte urbano puede causar el efecto contrario....amanecerá y veremos.

Y sobre los aviones (grandes contaminadores) y la industria aeronáutica hay mucho que decir: por supuesto que la aviación es uno de los prodigios de la inventiva humana, ya que grandes beneficios le ha traído a la civilización, pero llegó el momento de pensar en serio en sus efectos nocivos para el planeta: la huella de carbono, el ruido, el calentamiento global etc. y buscar alternativas.

Y sobre la crisis de las compañías aéreas: por supuesto que no me alegro de la debacle económica monstruosa que están viviendo, pero sí sueño con que esta obligue a las empresas a replantear su trato, o mejor, su maltrato al usuario: cada día tarifas más altas, menor espacio para pasajeros y equipajes, servicio abordo deplorable, comida chatarra, restricciones de todo orden para compras, cambios, sobreventas, cancelaciones arbitrarias, discriminación humillante entre pasajeros de primera y última clase, etc...El imperio del abuso y la arrogancia: en eso se habían convertido la gran mayoría de las empresas de aviación. Para quienes teníamos que viajar con frecuencia, por la naturaleza de nuestro trabajo, era más que evidente esta degradación progresiva de la calidad en el servicio.

Espero que la Maestra Pandemia les de lecciones de humildad y le ponga freno a su codicia sin límites, para recordarles que lo que están transportando son seres humanos y no mercancías sin alma y sin dignidad.

Continúa entonces el año lectivo en esta universidad del dolor y de la incertidumbre en que se han convertido nuestros días.

 

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