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Una razón para la esperanza: el RegioTram del Norte

Por: Eloy García*

Columnista invitado EE
25 de mayo de 2020 - 07:20 p. m.

En medio de un mundo que se convulsiona y que con la catástrofe del coronavirus de repente ha descubierto que se encuentra sumido en pleno siglo XXI, el presidente de la República y el gobernador de Cundinamarca han firmado el convenio que da el espaldarazo definitivo al RegioTram del Norte, el hito necesario para resolver uno de los más graves problemas que está yugulando la vida de los bogotanos y, por qué no decirlo, de todos los colombianos, la movilidad.

Tres son las razones que avalan este juicio tan positivo.

En primer lugar, el RegioTram tiene los pies en la tierra, es decir, se trata de un proyecto viable a muy corto plazo, que está concebido con inteligencia y bien estructurado técnica y jurídicamente. Y es que por primera vez, en Bogotá, se pone en marcha un proyecto de movilidad y no de infraestructura. Un proyecto que sitúa antes las necesidades de desplazamiento y sólo después, la obra para hacerlas viables.

Por primera vez, e importa repetirlo, se impone de manera terminante y consciente en la capital de la República el paradigma que preside la movilidad en el resto del mundo y que reza: “Política de desplazamiento y no política de obras”. Y es que aprovechando la todavía subsistente infraestructura del viejo ferrocarril de la Sabana y recuperándola para el nuevo RegioTram, se alcanza un objetivo que rompe de un tajo el nudo que atenazaba el debate sobre la movilidad en Bogotá, centrado en absurdas querellas que recuerdan los debates sobre el huevo y la gallina.

Además, se gana un tiempo precioso para que, en cuestión de brevísimos años, los bogotanos dispongan de manera tangible de un medio real de movilidad y puedan desplazarse rápidamente desde el norte de la ciudad hacia ese nuevo centro que se está articulando en torno a las calles 70 y siguientes.

En segundo lugar, y es probable que muchos no se hagan suficiente cuenta de la trascendencia del acontecimiento, la nueva artería de movilidad va a cambiar radicalmente la urbe bogotana contribuyendo a redefinir positivamente el tejido social capitalino. Y es que el hecho de que el RegioTram va a permitir desplazarse a kilómetros en pocos minutos, terminará desencadenando una revolución que transformará la existencia de los bogotanos, y no con palabras sino con datos, ya que a la recuperación humana de las calles y al fin de los trancones, se va a sumar también la posibilidad de tener a un alcance inmediato, el trabajo, la residencia, la escuela, el ocio o los lugares de consumo, como sucede en las ciudades de Europa y Norteamérica.

Será el comienzo de una vida mejor para los bogotanos que va a afectar directamente a lo esencial de su existencia, la disponibilidad de su tiempo. Y eso va a ser determinante porque la posibilidad de vivir con movilidad en un eje en el que se sitúa el aeropuerto que comunica a Bogotá con el resto de la República y con el mundo, va a generar un efecto bienestar que --en virtud del principio de vertebración en red que informa a la movilidad y que hace impensable mantener compartimentos estancos-- se trasladará inmediatamente al resto de la capital. Pronto todos los bogotanos van a reclamar idéntica movilidad a sus autoridades y, si no la reciben, votarán con los pies trasladándose masivamente a vivir al nuevo eje urbano.

Y desde aquí se vislumbra bien el tercer efecto positivo que hay que reconocer al RegioTram, el efecto ejemplo. Porque no sólo se va a dotar de movilidad, primero a una parte de la capital y luego a la totalidad, sino que va a señalar el camino que el resto de las ciudades de la Republica deberán transitar para disponer de una movilidad a la altura de los tiempos, una movilidad que haga digna la existencia del ser humano. Porque una vez que el RegioTram sea realidad, los colombianos que lo vean querrán extender su ejemplo a las demás ciudades poniendo fin al principal problema que hoy convulsiona la vida de nuestras sociedades.

Hay razones para el regocijo, para la esperanza, en momentos difíciles como estos. Y hay que felicitarse por ello, como hay que felicitar tanto al presidente Iván Duque como al gobernador, Nicolás García, que en un momento difícil en el que su preocupación iba por otros derroteros, no han dejado de prestar atención a un tema crucial para el futuro de los bogotanos. Y justo es también, hacer extensiva la felicitación al anterior gobernador, Jorge Emilio Rey, que en su mandato fue el artífice de lo que ahora se hace definitivo. El gran afán de su periodo va a beneficiar a los ciudadanos y eso es hacer política. Porque la política –como enseñaba Abraham Lincoln-- no consiste en la lucha por el poder y por el acarreo de séquitos sino en organizar la convivencia colectiva procurando el interés general.

Eso no quiere decir que no queden problemas importantes que resolver para que el RegioTram llegue a buen puerto. Es urgente elaborar una ley que estabilice el proyecto e impida situaciones como las que se está dando en la carrera Séptima donde un juez –él sabrá con qué argucia ya que no le asiste derecho alguno-- osa suspender una acción de servicio público fundamental para la ciudad. Y es que ningún país del mundo ha construido un modelo de movilidad sostenible sin una ley previa. Incluido Colombia, que cuando abordó la construcción del metro de Medellin, aprobó antes la ley 86 de 1989, hoy obsoleta. Como también hace falta una labor de socialización e inducción previa para evitar que el proyecto descarrile. Pero la vía está ya hecha para que muy pronto puedan circular por ella millones de bogotanos. Enhorabuena a todos.

* Doctor en Derecho con una tesis sobre movilidad.

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