Una vigencia sincrónica

Augusto Trujillo Muñoz
20 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

Al parecer, los médicos chinos detectaron el COVID-19 e informaron a sus autoridades, en forma oportuna. Sin embargo, el gobierno del presidente Xi ocultó la noticia y silenció la voz de los expertos, con funestos resultados para la salud pública. Semejante conducta es habitual en todos los autoritarismos.

Así lo denunció, entre otros el escritor Mario Vargas Llosa en su artículo publicado el domingo anterior en el diario “El País” de Madrid. Recordó, además, el lamentable suceso de Chernóbil, donde se perdió mucho tiempo en encontrar una vacuna, por la indolente demora oficial en el reconocimiento del problema. Algo similar ocurrió en los Estados Unidos con el presidente Trump. Como lo anota Paul Krugman en su columna de “El Espectador”, el mismo domingo pasado, la respuesta dada por el jefe de estado gringo fue, incluso, peor de lo que sus detractores más duros podrían haber imaginado: Combinó la negación del problema con frenéticas acusaciones a los demás.

También hubo problemas en Europa donde, con magníficos sistemas de salud, los correctivos comenzaron tarde. Pero allí no fue por autoritarismo sino por inadvertencia de algunos gobiernos o por falta de liderazgo de otros. Colombia no puede improvisar. Aunque tiene un sistema de salud con buena cobertura, falla en la calidad y en los niveles de confianza ciudadana frente a su funcionamiento. El sistema tiene, además, desigualdades que se corresponden con las brechas sociales existentes. Colombia es uno de los países más desiguales del planeta.

En medio de semejante panorama, esta pandemia podría resultar útil para que el mundo rectificara algunas cosas. La mezcla de liberalismo económico y absolutismo político, por ejemplo, que caracteriza al régimen chino desde hace décadas y que, ahora, adopta el gobierno de los Estados Unidos, en medio de su aproximación hacia el nacional populismo. Las dos cosas son funestas, pero su mezcla dinamita cualquier apuesta por el progresivo bienestar del ser humano. En medio de su autoritarismo, los dos gigantes, de oriente y occidente, mostraron su insolidaridad con el mundo, pero también su fragilidad en asuntos tan prioritarios para el orden institucional, como la salud pública.

Es preciso recuperar la solidaridad como principio, como derecho, como sentimiento. De lo contrario el humanismo se olvidará en el pasado. Los seres humanos están actuando con una lógica bélica que relaciona a unos con otros como bestias. Es el resultado de esta cultura de la exclusión que aquella mezcla fatal viene sembrando. Es necesario, indispensable, urgente, restablecer un manejo fraterno del vínculo con los demás. Como pocas cosas en la historia, este virus demuestra que todos somos iguales.

Colombia descuidó sus valores solidarios y empezó a aplicar la ley de la selva en su vida cotidiana. Así ha manejado su economía y sus políticas sociales en las últimas tres décadas. Las ha vivido entre múltiples contradicciones, empezando por la más grande de todas: la aprobación de la Constitución del 91 y, al mismo tiempo, la adopción del Consenso de Washington. Ojalá esta emergencia nos sirva para restaurar las dos columnas fundamentales de la Constitución, que aquella incongruencia nos ha venido debilitando: Hay que recuperar la vigencia sincrónica del estado social de derecho y de la economía social de mercado. Debemos incorporar esa idea al imaginario colectivo.

@Inefable1

* Presidente, Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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