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Universidades de clase mundial

Ricardo Gómez Giraldo
21 de abril de 2012 - 12:17 a. m.

En un país que le pone mucho cuidado a instituciones multilaterales, sorprende que haya pasado inadvertido el libro El desafío de crear universidades de rango mundial, de Jamil Salmi, que resume las características de las mejores universidades: concentración de talentos, gobernabilidad favorable y recursos abundantes.

El capítulo sobre concentración de talentos es una buena excusa para replantear un debate inconcluso en Colombia: la prioridad universitaria del actual gobierno es disminuir la deserción estudiantil. Sin embargo, difícilmente se menciona que las universidades colombianas llevamos tres décadas ampliando nuestro número de estudiantes a cifras antes inimaginables.

Como consecuencia, recibimos cada vez más estudiantes, lo cual es formidable, en aras de una democracia más fuerte. Pero el aumento de cobertura plantea complejos desafíos: primíparos que no vieron cálculo en bachillerato, por ejemplo. El talento entonces debería pasar por una educación básica y media de calidad.

En cuanto a gobernabilidad favorable, el debate se debe dar con mucha delicadeza. Quizás en otras culturas piensen en este atributo como la orientación, desde el Estado o la universidad, de lo que se debe ofrecer y la manera en que se hace. Salmi lo enfoca a la autonomía, libertad académica, equipo de liderazgo, visión estratégica y cultura de la excelencia. En nuestra realidad estos factores conviven en medio de un país tremendamente inequitativo, en el que chocan visiones del mundo.

En últimas, muchos defienden la universidad pública como estandarte en la búsqueda de un país menos dividido. Pero en esa defensa, muchas veces se vulnera lo que de por sí es frágil: nuestra capacidad de tener al menos las puertas abiertas.

El tercer pie del trípode de Salmi son los recursos abundantes. Esto implica bibliotecas, infraestructuras de alta calidad. Para lograr esto, lo indispensable es tener muy amplios presupuestos de ingresos y gastos.

El autor lo plantea de otra manera: las mejores universidades tienen muchos ingresos, mucha capacidad de hacer gigantescos gastos y, por lo tanto, la capacidad de contratar a los mejores investigadores, que son los mejores para atraer recursos.

Salmi demuestra que en Norteamérica la batalla por el talento profesoral la ganan las universidades privadas, con altísimas matrículas e inmensas donaciones, y que Europa está en desventaja, por la extrema dependencia del Estado, ahora en bancarrota.

¿Qué podremos decir para Colombia y América Latina? ¿Hasta dónde crecerá el aporte del Estado a las universidades públicas? ¿Ese aumento de recursos a las universidades públicas sería significativo y suficiente?

Si es así, cabe preguntarse hasta dónde podrá hacerlo y si las universidades públicas colombianas podremos aguantar el embate de las privadas, por llevarse nuestros mejores profesores, como ya empieza a suceder. ¿Será que tendremos que competir, aun tratándose de educación?

Ya entiendo por qué sobre el libro de Jalmi no se debate en Colombia.

* Rector de la Universidad de Caldas.

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