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Uribe, el titiritero

Pablo Felipe Robledo
19 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

“El presidente Álvaro Uribe es un mago de la prestidigitación. Apuñala por la espalda a sus amigos y aliados y hace desaparecer las pruebas del fratricidio ante millones de compatriotas con una envidiable habilidad. Y no sólo eso. Sus víctimas le juran amor eterno en su lecho de muerte; ni un solo reproche sale de esas bocas por las que corre un hilillo de sangre. El líder es inocente, son otros los culpables”, escribió Salud Hernández el 5 de febrero de 2006 (hace 14 años) en su columna de El Tiempo “Uribe el prestidigitador”.

“Uribe el prestidigitador” significaba, para la otrora Salud, que él no era más que un experto en trucos, un embaucador, un ilusionista, un mentiroso o, como dirían en mi tierra paisa, un titiritero.

La molestia de Salud contra Uribe se debió al hecho de que unas parapolíticas, las otrora poderosas congresistas Rocío Arias y Eleonora Pineda, al tiempo que eran dos de las personas más cercanas tanto al presidente Uribe —desde sus épocas de candidato presidencial— como a los jefes paramilitares del momento, es decir, Salvatore Mancuso y compañía ilimitada, habían sido utilizadas, manoseadas o exprimidas por Uribe, según la columnista. En fin, decía Salud, que Uribe “nunca las despreció ni por paracas ni por lobas. Las necesitaba ardientemente y las utilizó. Ahora le son molestas”.

Salud decía que Uribe, a sabiendas, se rodeaba de personas provenientes de la criminalidad cuando sentía la ardiente necesidad de que esa alianza le derivara alguna utilidad y hasta que llegara el momento de desecharlas, o de negarlas —dirían las señoras—. A partir de ahí, Uribe las despreciaba y las desaparecía de su vida, su entorno y su núcleo político como truco de prestidigitador.

Dijo Salud en ese entonces que “el presidente [Uribe] es intocable para la opinión pública. Apuñala a quienes antes comían de su mano, dando un cuádruple salto mortal, y nadie se lo cobra”.

Traigo a colación esta columna de Salud porque siempre he creído que lo que a ella le pasó le ha pasado a un sector del pueblo colombiano con Uribe y su entorno. Por cuenta de que Uribe llegó a ser presidente y le dio bala a la guerrilla, este país se dejó embaucar por los trucos de “Uribe el prestidigitador” como lo llamó Salud, o por “Uribe el titiritero” como a lo paisa prefiero llamarlo. Increíblemente, no importa quién era Uribe, de dónde viene, quiénes son o eran sus socios políticos, cuál fue el entorno de su actividad pública, sus conductas delictivas, inapropiadas o antiéticas.

Se le olvidó a Colombia y sobre todo a quienes han conocido a Uribe desde chiquito y lo consideraban una mala ficha desde entonces, al igual que Salud Hernández, cuáles son sus verdades inocultables. Hoy lo veneran, lo defienden, lo adoran y lo idolatran, sin importar nada distinto a que se trata de Uribe. Se le cree todo lo que dice, lo que explica y los trucos que inventa, pues no importa, como lo decía Salud, que sus explicaciones sean “un insulto a nuestra inteligencia”.

En palabras de aquella Salud, “el presidente [Uribe] es intocable para la opinión pública”, y tiene razón, pero lo que no nos contó en esa vieja columna, seguramente, porque no lo sabía, era que ella sería parte de la guardia pretoriana que durante años le ha ayudado a su “Uribe el prestidigitador” a hacerse intocable, al mismo tiempo que gran parte de su entorno ha estado o está preso, pues “Uribe el titiritero” siempre ha tenido la capacidad de que otros paguen sus culpas y de embaucar con ello a buena parte de la opinión pública.

 

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