Uribe, modelo Chávez número uno

Cristina de la Torre
20 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.

Y el número dos, Petro. Contrarios en ideas y programas, un elemento los hermana, sin embargo, en Chávez: el talante mesiánico del populismo latinoamericano, desplegado como democracia del aplauso al caudillo. Que no es poca cosa. En Venezuela, el modelo degeneró en dictadura corrupta de civiles y militares. En Colombia, en autoritarismo corrupto de civiles y paramilitares durante el régimen de Seguridad Democrática. Petro ofreció convocar una constituyente de su caletre que disolvería el Congreso. También Chávez convocó referendo para inhabilitarlo y Maduro lo clausuró mediante constituyente de bolsillo. Si no fuera por objeción de la Corte, hubiera reunido Uribe constituyente para disolver el parlamento; que así rezaba el primer proyecto de su referendo en 2003. Por boca de Luis Carlos Restrepo, propondría a poco disolver los partidos, vehículo de la democracia y savia del Legislativo. Los expresidentes más, el exalcalde menos, los tres irrespetan, de palabra o de obra, la división de poderes, las instituciones de la democracia y el derecho de oposición. En discurso redentorista, moralista, envuelven su pasión por la arbitrariedad y la fuerza, hasta imponer una nueva religión secular: la del caudillo.

Pero si comparten el perfil político, en el programa económico difieren radicalmente: Uribe llegó para consolidar el modelo de mercado, erigido sobre la inequidad y la exclusión; Chávez y Petro, para desmontarlo. El venezolano, primero bajo el ala de un capitalismo social, cepalino, cuyos lineamientos son también los de Petro, evolucionó después a modelo comunista, confiscatorio, y destruyó el aparato productivo de la nación. El radicalismo de Petro es más de tono político que de fondo, pero le sirve a la extrema derecha para bautizarlo de expropiador chavista. A ello contribuye, hay que decirlo, el generoso silencio con que el jefe de Colombia Humana justifica, tras defenderla, la dictadura de Maduro. Y el arrebato, como combustible de decisiones impredecibles. Y el atropellamiento como modelo de gobierno, que redujo a fiasco su intento de devolverle al Estado el control de los servicios públicos en Bogotá. Control que todas las socialdemocracias ejercen de oficio.

Si entre Petro y Chávez hay afinidades de personalidad política y coincidencias en el reformismo inaugural del vecino, en el estilo de mando de los expresidentes abundan parecidos. Chávez neutralizó al Congreso y al poder Judicial, cercó a la prensa y a la oposición. El Gobierno de Maduro terminó asesinando cientos de manifestantes en las calles. Uribe cogobernó con la parapolítica; convirtió el DAS, órgano de seguridad del Estado, en policía política para perseguir a la Corte Suprema y a la oposición. Hubo en su Gobierno miles de falsos positivos.

Convirtió el comunitarismo en Estado de opinión, atavismo cooptado en Venezuela. Rige allá el Estado Comunitario, para entronizar su Socialismo del Siglo XXI, mientras Uribe incorpora aquí la divisa neoliberal en un comunitarismo premoderno. Desde una base de soviets criollos, allá; acá, mediante consejos comunales que el caudillo manipula, irrespetando las instituciones de la democracia y los órganos del poder local. En persistencia comparable a la de Uribe, recoge Chávez en su programa semanal televisivo Aló Presidente quejas y demandas de la comunidad. De rojo Chávez el venezolano, de ruana Uribe en sus consejos comunales, así alimentan ambos el Estado comunitario y de opinión como finca particular de napoleoncitos de cartón.

Si gana Petro, si gana Uribe, tendremos chavismo para rato. La esperanza es que no se nos imponga ahora el dilema de decidir cuál de los dos es el chavista bueno y cuál el malo. ¡Vade retro, maniqueos!

Cristinadelatorre.com.co

 

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