Uribe, ya casi…

Santiago Gamboa
02 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

La victoria de Claudia López y de Quintero, entre otros, nos ilustra cómo en política es bastante frecuente que la masa electoral se comporte como la barra de un equilibrista: si en la Presidencia y el Congreso hay mayoría de derecha, en las alcaldías y gobernaciones se tiende a elegir progresistas. He visto este balanceo en sistemas políticos más perfeccionados, como el de Francia, en donde el presidente puede ser de un partido y el primer ministro (jefe del Gobierno) del partido rival. ¿Por qué se da esto? Como si el electorado fuera un banco de peces empujado por la marea.

En Colombia no es de extrañar que la gente se haya ido a buscar cosas nuevas. Duque se convirtió en el peor aliado de su propio partido y la gente ya no le come cuento. Hay demasiadas cosas. El Gobierno no da pie con bola y todo se le cae. La Ley de Financiamiento, los estudiantes, el dólar, la economía. Hasta The New York Times y los chinos de Rusia saben que, debajo de la ruana, están descociendo el proceso de paz. Regresan los falsos positivos o algo muy parecido, con desmovilizados de las ex-Farc. Los muertos diarios ya no caben en los titulares de prensa, la violencia y las masacres rebrotan. Paramilitares, disidencias, cartel de Sinaloa, candidatos con brazalete del Inpec… Las manos oscuras del país se sienten cubiertas. La impunidad y la corrupción son como los aguaceros, cada vez más agresivos.

En las muchas ferias del libro que hay en Colombia me he encontrado varias veces con Juan Manuel Santos y Humberto de la Calle, cada uno presentando su libro sobre el proceso de paz. La primera vez que coincidí con Santos en un avión que iba de Bogotá a Bucaramanga miré hacia atrás y me temí que algún loco llegara con la cantinela de siempre: “¡Le entregó el país a las Farc!”, entre madrazos y gritos. Tensé los músculos, pero lo que hubo fue una ovación. El avión entero acabó gritando: “¡Presidente! ¡Gracias!”. Hacía apenas tres días que Márquez, Santrich y el Paisa habían difundido su video anunciando el regreso a la insurgencia. Luego, durante la presentación de su libro, Santos fue aplaudido en pie por más de 500 personas. ¡La misma Bucaramanga en la que ganó el No en el plebiscito de 2016! Algo está cambiando, me dije.

Semanas después debí presentar el libro de Humberto de la Calle en Cali y la sensación fue la misma: aplausos, ovación, buen ánimo, admiración y respeto. Sentí que ante la avalancha de malas noticias nacionales, la gente había empezado a valorar lo que teníamos antes: ese país que alcanzamos a vislumbrar, pero que fue flor de un día, que se nos escapó de las manos. Y el electorado reaccionó. Los resultados del domingo tienen que ver con esto, e incluyo aquí la enorme votación de Galán. Y hay más: si lo vemos desde la óptica del uribismo, los resultados coinciden más o menos con el sondeo del CNC sobre la indagatoria a Uribe. Un 78% de colombianos apoyó a la Corte Suprema, que ahora, tras la derrota política de Uribe, se sentirá más libre. Esto indica que ya no estamos divididos en dos mitades iguales, sino en un 80/20. Y esto es una buena noticia. Ojalá, por fin, la derecha se anime a buscar un líder más joven y sobre todo decente, que no tenga el carriel lleno de huesos, sospechas y sombras.

 

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