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¡Uribistas, go home!

Sergio Otálora Montenegro
31 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.

MIAMI. A escasos tres días de la elección presidencial en Estados Unidos, un nuevo escándalo estremece a Washington: la injerencia desembozada del uribismo en las elecciones de Estados Unidos. Putin y Uribe, los dos pegaditos, podrían alterar los resultados de los comicios el próximo 3 de noviembre y días posteriores.

El admirado Iván Cepeda tiene videos irrefutables de la reunión entre el inefable Pachito Santos y algunos soldados del presidente Trump. El señor resucitado de El Ubérrimo apoya a la republicana María Elvira Salazar, una presentadora y periodista de televisión —de origen cubano— que aspira a la Cámara federal por un distrito del sur de la Florida. Ella, exultante, grabó un video en compañía del expresidente con la esperanza de que esa cara de monaguillo le haga el milagro de llegar a Washington.

El problema con Salazar es que lleva el bacalao a cuestas: el apoyo, ahora indeseado, del presidente Trump. En el distrito de la comunicadora hay un porcentaje muy alto que tiene seguro médico gracias al llamado Obamacare, la ley de salud asequible aprobada durante la presidencia de Obama y que ahora está demandada en la Corte Suprema. Trump apoya esa demanda y, si la Corte tumba la ley, millones de personas se quedarán sin cobertura medica y lo peor: aquellas con preexistencias no podrán adquirir un nuevo seguro. Miles de habitantes del distrito de Salazar quedarían por completo desprotegidos.

Por supuesto que ahí los ejércitos del uribismo tienen muy poco que hacer. Además, Trump enfrenta un enemigo descomunal: el maldito virus. Ya son 42 estados en los que hay un repunte de la infección, y Estados Unidos ya supera los nueve millones de casos de coronavirus.

No es muy claro cuántos votos podría tener el charlatán anaranjado de sus fieles colombianos. Dentro de la amplia comunidad latina en la Florida, por ejemplo, está documentado que los cubanos decidieron olvidar por completo sus raíces, darles paso a sus muy personales resentimientos y fantasmas ideológicos, y apoyar en masa a Trump.

A pesar de su influencia, la comunidad exiliada de la isla se restringe al condado Miami-Dade y al vecino condado de Broward. Hacia el norte del estado, tienen mucha influencia los puertorriqueños y, por supuesto, los blancos no hispanos en las zonas rurales del llamado estado del Sol. Según la última gran encuesta de Univisión, en Florida el 37% de los latinos están con Trump y el 57% con Biden. Y como en el resto del país, el actual presidente tiene un enorme déficit entre las mujeres (negras, hispanas y blancas con grado universitario), los hombres blancos con educación superior, los independientes, la comunidad negra y los hispanos no cubanos.

Fueron de todas maneras Trump y su vicepresidente los que, en sendos trinos, irrespetaron la decisión de la Corte Suprema de Colombia cuando ésta decidió el arresto domiciliario para el exsenador y expresidente Uribe. Los comentarios del mandatario gringo y Pence seguían la misma lógica del presidente Duque: violar la división de poderes, y exaltar el “heroísmo” de quien ha luchado contra los “narcoterroristas”.

Lo miedoso aquí es que un grupito de uribistas de Miami, con la complicidad de Pachito Santos, busca garantizar que con la reelección de Trump habrá una santa alianza, en 2022, contra cualquier opción política que no sea la del uribismo.

Sin embargo, a tres días de la elección presidencial el panorama no puede ser más desalentador para el actual inquilino de la Casa Blanca. En el ámbito nacional, en el promedio de todas las encuestas, Biden aventaja por 8,8 puntos a Trump.

Sólidos estados republicanos como Georgia, Arizona, Texas y Carolina del Norte se convirtieron en territorios en los que podría ganar Biden. El exvicepresidente y candidato demócrata gana por amplio margen en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, estados que se llevó Trump por un mínimo margen en 2016.

Los republicanos están esperando un milagro, y no es propiamente que se les aparezca el señor resucitado de El Ubérrimo. El milagro, en realidad, es una combinación de varios factores: que salga a votar el enorme volumen de nuevos inscritos para sufragar que ha conseguido, en los últimos dos años, el Partido Republicano en estados clave; que surtan efecto las medidas de obstaculización del voto de las minorías también en distritos importantes para los demócratas; que haya un numero importante de votos por correo rechazados o anulados por haber sido mal diligenciados; que la Corte Suprema, ahora de mayoría conservadora, dirima un último litigio electoral (como el del año 2000) a favor de Trump.

Ningún encuestador serio, a pesar de las evidencias, ha dicho con total certeza de que podría haber una ola azul, es decir, una avalancha de votos demócratas que sepulte las ambiciones republicanas. Pero todo parece indicar que la podría haber, y las circunstancias de 2020 son muy distintas a las de cuatro años atrás.

En primer lugar, hay un protagonista que no existía cuando fue derrotada Hillary Clinton: el COVID-19 y todo el impacto negativo que ha generado en el país entero. A excepción del 35-40% del electorado —la base inamovible de Trump— para el resto de la nación es un hecho claro, incontestable, que el presidente del país más rico del mundo se dedicó a trabajar para su reelección y no para derrotar los efectos devastadores del virus.

Antepuso la política y sus ambiciones personales, a los consejos de los científicos y las medidas urgentes que se han debido tomar para evitar un colapso tan grande de la economía. A estas alturas del partido, Trump aún niega la gravedad de la situación, y organiza grandes manifestaciones en las que la gente no se pone tapabocas ni está a una distancia física prudente.

En el universo del presidente y sus seguidores, no existe el virus, pero lo padecen así no lo quieran aceptar. En las zonas rurales, en los estados más republicanos del centro-norte, como Utah, Montana, Dakota del Norte y del Sur, la infección está disparada. Además, la Casa Blanca sigue siendo foco de contagio.

Los hispanos y los negros han sido las comunidades más afectadas por la pandemia. Las personas mayores han visto, con escándalo, la irresponsabilidad criminal de la actual administración. Es claro, contundente, que la recuperación económica va de la mano de la derrota del virus. Una parte del votante estadounidense no termina de entender esa correlación. Después de ocho meses, aún considera que usar tapabocas es un atentado contra la libertad, y que cerrar negocios o limitar la movilidad es pisotear la Constitución. Por desgracia, ha habido fallos de los jueces que han tumbado medidas de los gobernadores para mitigar los efectos del virus.

Con seguridad habrá muchos estudios, desde diversas disciplinas, sobre cómo el sistema político y legal de Estados Unidos es por completo disfuncional cuando se trata de enfrentar una emergencia de salud pública.

Por ahora, con respecto al próximo martes, tengo la misma actitud de cuando se avecina un huracán: prepararme para lo peor, esperando lo mejor.

Con toda la esperanza del mundo creo que Trump y sus aliados serán derrotados de manera contundente en las urnas. Pero no confío en la sensatez del votante gringo. Hay demasiadas interferencias subjetivas (la redes sociales, la desinformación abrumadora, el individualismo exacerbado) y objetivas (la manipulación del voto). Por eso suena un poco extraño, e incluso ridículo, que se hable de la injerencia de Colombia en el proceso electoral estadounidense. Pero, por si acaso, ¡uribistas, go home!

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Tayrona(31467)01 de noviembre de 2020 - 01:04 a. m.
Go home uribistas sons of a bitch.
Celyceron(11609)31 de octubre de 2020 - 11:33 p. m.
Definitivamente, no podemos confiar en la sensatez de los electores. Ni allá, ni acá. No nos quepa la menor duda de que el próximo presidente volverá a ser el imbécil que los gobierna. Y por estos andurriales, ya están preparando a la bestia de Holmes Trujillo.
Berta(2263)31 de octubre de 2020 - 08:51 p. m.
¿"el señor resucitado de El Ubérrimo"? Ese deleznable tipejo no es "señor"; al menos no para mí.
Rodrigo(2908)31 de octubre de 2020 - 06:44 p. m.
"...el inefable Pachito Santos y algunos soldados del presidente Trump.." para eso le pagamos a ese bobazo? No jooodaaaa
Julio(25062)31 de octubre de 2020 - 05:38 p. m.
La población estadounidense está viviendo una crisis de ‎civilización. Los estadounidenses están tan divididos que la próxima elección ‎presidencial plantea algo más que la elección de un jefe. Se trata más bien de ‎determinar si Estados Unidos debe ser un imperio o una nación. Ninguno de los ‎dos bandos parece capaz de aceptar ser derrotado. Días oscuros les esperan .
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