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Urnas y fusiles

Pascual Gaviria
25 de marzo de 2009 - 04:00 a. m.

ALGUNA VEZ UN EX GUERRILLERO del Epl me contaba entre risas desconsoladas lo difícil que es olvidar las taras que deja la maraña de la guerra:

“Toca aprender hasta a caminar”, decía. Y seguía su relato con una anécdota sobre la alfabetización de algunos guerrilleros desmovilizados: “Uno llegaba y escribía la letra G en el tablero. Bueno señores, hoy vamos a trabajar con la G, a ver una palabra con G. Y gritaban en coro: Galil”.

Para los partidos que formaron sus líderes en la lucha armada la tarea puede ser tan difícil como para los combatientes rasos. En Nicaragua y El Salvador las voces de algunos viejos combatientes y actuales disidentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (Fsln) y el Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) coinciden en que los partidos comparten un alfabeto de autoritarismo además de tres letras en sus siglas.

El Sandinismo de Ortega, que ganó las elecciones en 2006, cambió el rojinegro de sus banderas por un rosa inocente, encontró el apoyo de la Iglesia Católica, se unió con antiguos somocistas, pidió perdón a los empresarios por errores pasados y habló de una revolución espiritual para matizar la palabreja. Sin embargo, ya en el poder, ilegalizó al histórico partido conservador y a los sandinistas en la oposición, dejó serias dudas sobre un supuesto fraude en las recientes elecciones regionales y ha alentado con su indiferencia a grupos radicales que hacen política con piedras, morteros y bombas molotov. Una trinchera extremista como retaguardia partidista.

En El Salvador el Farabundo Martí dejó a los viejos combatientes detrás del telón y puso como candidato a un hombre menos amenazante. El presidente electo, Mauricio Funes, ha buscado la mesura en todas sus apariciones. Pero es posible que la marea interna de un partido ávido de demostrar sus credenciales revolucionarias lo mueva a los extremos. Funes intentó llevar hasta su partido algunos hombres ajenos al círculo de la antigua guerrilla y fue derrotado. Juega el difícil papel de un moderado con posibilidades de convertirse en traidor. Según Joaquín Villalobos, antiguo “Comandante Atilio” del Farabundo Martí, “el frente pasó de ser una alianza de centro izquierda a ser controlado por el partido comunista… Funes llega al poder montado en un caballo todavía salvaje”.

Durante la campaña grupos cercanos al Farabundo Martí utilizaron las mismas tácticas de los “barras bravas” del Chavismo y del Sandinismo para ganar espacio por la vía del miedo. Ataques al candidato del partido Arena, campañas de terror en la Universidad Nacional, amenazas a periodistas. Para algunos analistas el partido Arena, respaldado por escuadrones de la muerte en la década del ochenta, logró convertirse en una agrupación democrática mientras el Fmln todavía está en vías de demostrarlo. Los aportes en diésel desde los tanques ideológicos del gobierno venezolano hacen aún más complicada su salida de la órbita de Chávez.

Ese panorama de ex guerrilleros en el juego político parece contrastar con las experiencias colombianas, donde el ala moderada o cercana a lo que se llama la social democracia, está representada por antiguos combatientes. Mientras tanto la izquierda dura que se hace ojitos con Chávez la comandan un ex magistrado y una dirigente del partido liberal.

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