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Utopía

Oscar Guardiola-Rivera
28 de octubre de 2020 - 05:10 a. m.

La escena del presente está dispuesta para un conflicto cuyas dimensiones definirán la orientación por venir de nuestras sociedades. De un lado, la faz arrogante y triunfalista de aquellos a quienes podríamos llamar siguiendo a Thomas More ‘las autoridades lógico-teológicas’. Del otro, quienes les resisten y sobreviven. Las jóvenes estudiantes chilenas, por ejemplo. Su acción en las calles ha resultado esta semana en un crescendo de voces que llaman a una asamblea constituyente ciudadana. Calman por un orden mas justo y un cambio de registro. Al hacerlo, encarnan un principio. No un programa. Ni esta ni aquella solución particular.

Antes de reducir dicha acción y el proceso constituyente en marcha a este o aquel programa, a la constitución puesta, y a la ideología de la voz del padre como intentarán hacerlo Piñera y los defensores de lo ‘bueno’ del legado pinochetista es necesario distinguir entre el constructivismo superior de las voces chilenas, su impulso utópico que no cesa y excede la represión de la policía de lo particular, y esta última siempre preocupada por mantener las fronteras de lo familiar, la opinión corriente y el orden del presente. Suya es la arrogancia que acompaña a la tiranía de la opinión corriente. Al contrario, el constructivismo de quienes resisten pertenece al orden de los principios.

Todo principio indica la poderosa idea de un comienzo diferente y la capacidad de llevar ese comienzo al futuro. Es una labor colectiva y cumple un papel iluminador: mostrar el camino a seguir. De ese lado están también la minga y el electorado boliviano. El contundente resultado obtenido por el MAS esta semana solo puede sorprender quienes se dejan confundir por las candelillas de los medios de info-entretenimiento que temen llamar las cosas por su nombre: minga a la minga, golpe al golpe, democracia a lo que si lo es, y hacer su trabajo de informar en vez de autoproclamarse guardianes de una supuesta neutralidad que en realidad no es tal. No dan luces. Son como las linternas de los legendarios ‘wreckers’ de la costa del Mar Norte que servían como señuelo para atraer las embarcaciones para hacerlas encallar y luego saquearlas.

Así actúan la OEA de Almagro, Amy Coney Barrett, y la Secretaria para Desigualdades del gobierno británico que esta semana condenó como si fuesen criminales a quienes se atrevan a enseñar teorías criticas contra el racismo. Se dicen conservadoras, pero se comportan como la mas estalinista de las policías del pensamiento. El asunto no es abstracto. Se trata de establecer que herencia recibirán las nuevas generaciones, nuestras hijas e hijos. ¿Será una que reafirme lo que ya nos es familiar y por tanto sujete a las nuevas generaciones a la tiranía de la opinión y la esclavitud de lo mismo? O, al contrario, ¿será una que les permita despertar de los sueños y pesadillas de sus padres?

 

Alberto(3788)28 de octubre de 2020 - 08:45 p. m.
Magnífica , certera y acertada columna.
Atenas(06773)28 de octubre de 2020 - 06:11 p. m.
¡Cuánto elucubra en confuso verbo Guardio...la razón! Dejémoslo allá en su rinconcito con su barata retórica.
Adrianus(87145)28 de octubre de 2020 - 03:08 p. m.
El poder, en cabeza de quien lo ostenta en estas latitudes, tiene como propósito fundamental querernos mantener en la minoría de edad (de acuerdo con Kant) para que no trascendamos. No obstante, las sociedades avanzan y demandan cambios estructurales como acaba de suceder en Chile y el retorno al poder del MAS en Bolivia, con actos de democracia. Las naciones no se quedan de brazos cruzados.
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