¿Valen las encuestas?

Luis Carvajal Basto
29 de abril de 2018 - 09:00 p. m.

Un promedio de las cuatro últimas realizadas por Guarumo, Centro Nacional de Consultoría, Invamer y Yanhaas arroja como resultado: Duque 38,2 %, Petro 28,6 %, Fajardo 13 % Vargas Lleras 7,6 %.Todas coinciden en que Duque y Petro pasarían a segunda vuelta si las elecciones fueran en el momento de su realización. Fueron elaboradas para diferentes empresas, como Caracol Televisión, R.C.N, Semana, W radio y otros medios.

La crítica de los candidatos Petro y Vargas Lleras puede entenderse como una respuesta  natural en el fragor de la lucha electoral ante resultados, muy parecidos en todas, que consideran adversos. Pero sería inexplicable el cuestionamiento de su fundamento matemático; su capacidad de representatividad y explicación, por parte de dos ciudadanos que aspiran a convertirse en presidentes.

La estadística y el cálculo de probabilidades son utilizados como herramienta de soporte por las diferentes ramas de las ciencias y no solo en el análisis político. Su valor, en este campo, ha sido demostrado en casi dos siglos de acertada utilización, con excepciones que no hacen más que confirmar la regla. La más famosa, ocurrida a Gallup en las elecciones norteamericanas de 1948, fue comentada acertadamente por Juan Gossain con una frase lapidaria en el primer foro de encuestas de opinión que realizamos hace ya dos décadas Asomedios, la Universidad de los Andes y la Organización Electoral. Cerró Juan al explicar el desatino: “y Gallup era Gallup…”. Somos falibles.

Pero incluso ese “error” fue atribuido a fallas en el diseño metodológico y a la diferencia de tiempo entre la última encuesta realizada y la fecha de elección. Acerca de errores vale recordar la desintegración del Challenger, apenas despegando, e innumerables etcéteras, como la caída del puente en la vía a Villavicencio, para no ir tan lejos, sin que por ello se puedan descalificar  la física o la ingeniería. Y De allí a presumir una conspiración existe una distancia estelar.

Por otra parte  sabemos que las encuestas  identifican el sentir de la opinión en un momento determinado. Son una herramienta de análisis e información pero no de predicción, aunque puedan ser de utilidad en ello. Tampoco de previsión en cuanto no tienen valor determinístico; no se refieren a que como sucedió en el pasado ocurrirá  en el futuro. Descalificarlas, en el extremo, puede suponer hacerlo con la representatividad del voto popular, cosa que hicieron quienes solicitaron validar las decisiones por una imposible asamblea ciudadana general en los albores de la democracia.

Otro asunto, muy importante, a considerar es la diferencia entre elaboración y publicación de encuestas. La posibilidad de divulgarlas, o no hacerlo, se relaciona con uno de los pilares de la democracia: la Libertad de información. Una imposición, por parte de la autoridad electoral, o cualquier otra, atenta contra un principio constitucional. Cuidado.

Por otra parte, está establecido que otro efecto, esta vez utilitario, de las encuestas es el que se conoce como “efecto de arrastre” o Bandwagon: en general las personas, las menos informadas, educadas o decididas, aclara este columnista, son proclives a seguir una tendencia, mucho más si se trata de una mayoritaria expresada en resultados que se divulgan en los medios o en las redes. Y aquí se toca otro punto central de la discusión: el de la responsabilidad, o la irresponsabilidad, editorial; el uso de noticias falsas etc. ¿No merecerían ser objeto de reglamentación a la par que las encuestas o su divulgación por parte de entidades que merecen credibilidad y respetabilidad y  que ponen en juego su prestigio?

La discusión  inaugurada por  candidatos que van perdiendo debe servir  para tratar el tema de los límites de la Comunicación Política en la era digital: la utilización de información privada; el uso de robots; el reconocimiento y alteración fraudulenta de emociones y sentimientos etc. Pero ello debe ser objeto de una amplia discusión que involucre academia, ciudadanía, medios y empresas encuestadoras y no una decisión atrabiliaria en pleno debate electoral, como en la historia de los cursos de natación en medio de naufragios. Todo esto hace parte de la reforma política que hace tanto nos debemos.

En política  casi “todo  vale”, hasta buscar la calentura en las sábanas, aunque ello tampoco sirva para ganar elecciones  ni  explicar resultados adversos que sugieren revisar la estrategia utilizada. La “culpa” no es de la estadística.

@herejesyluis

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