Vasos capilares

Tatiana Acevedo Guerrero
25 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

¿Cómo podríamos definir el Estado Colombiano? ¿Y cómo analizarlo? Es posible decir que el Estado no es una “cosa”. No es como un tarro de esos de plástico y con tapa que contiene a una sociedad colombiana pandita y estática. Ni tampoco es una entidad pesada y superior que define las condiciones bajo las cuales funcionan otras instituciones. No es un edificio ni una estructura que precede a las comunidades que gobierna. En esta línea de pensamiento quizá no hay límites entre el Estado y la sociedad (y no hay comunidades ajenas ni por fuera del Estado).

Por el contrario, lo que llamamos “Estado colombiano” es un conjunto de personas (desde el fiscal hasta el funcionario con el sueldo más bajo), de prácticas cotidianas y de instituciones de múltiples capas, desagregadas y contradictorias. Las instituciones que construyen el Estado rara vez están coordinadas, albergan distintos niveles de autoridad y se construyeron a través de coyunturas históricas particulares. Lo que nosotros, en nuestras rutinas diarias, estamos acostumbrados a llamar “Estado colombiano” se hace visible y se llega a imaginar, a través de prácticas menuditas, capilares y localizadas llevadas a cabo por instituciones locales (desde las notarías hasta la Alcaldía, pasando por la policía del barrio). Estas instituciones trabajan en lugares precisos y tienen sus propios discursos, reglas y funciones. Es a través de estas prácticas cotidianas que se crea la idea del Estado.

Diferentes proyectos estatales buscan también dar forma a la naturaleza. Así, los Estados demuestran su poder por medio de la transformación de las aguas, los suelos y los subsuelos. A través de una serie de cambios ambientales (en minería, agroecología y acceso al agua) y mediante obras paralelas de infraestructura (construcción de carreteras, presas, monumentos y canales de riego), gobiernos consecutivos han contribuido a la creación de una imagen del Estado en departamentos como Cesar, Valle, Antioquia y Meta. El Estado colombiano, en este sentido, está construido en lugares: la refinería de Barrancabermeja, la zona Bananera, el canal del Dique, la Plaza de Bolívar.

Un proyecto, como una represa o una extensión de redes de agua o alcantarillado, puede cambiar el imaginario que las personas tienen del Estado para bien o para mal. Lo mismo sucede con intervenciones puntuales en la tributación o los auxilios parlamentarios. Es importante tener en cuenta que el Estado colombiano se construye día a día a través de un grupo de programas y planes incoherentes.

Diferentes noticias de coyuntura sobre lo que conocemos coloquialmente como “el Estado colombiano” sirven de excusa para constatar su escurridiza y contradictoria naturaleza. A continuación una lista no exhaustiva y completamente arbitraria de las maneras en que distintos grupos de personas experimentan al Estado: esta semana el paro de camioneros anunciado en las diferentes regiones del país avanzó esquivando paso a paso las patrullas de la Policía y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad); Empresas Públicas de Medellín (EPM) consiguió subestimar inquietudes sobre vibraciones registradas en zonas de la subestación y el vertedero (que lleva funcionando alrededor de diez días) y que fueron objeto de críticas por parte del Movimiento Ríos Vivos, que asegura se ha provocado el crecimiento del caudal del río Cauca e inundaciones; en días pasados David Melo, el viceministro a cargo de la Economía Naranja, presentó su cartera como un modelo que permite darles un impulso a aquellos que ya poseen un capital financiero importante y un potencial en términos de contactos dentro del mercado; finalmente, se informó que entre el 1° de enero y el 17 de noviembre de 2018 han sido asesinados 226 líderes sociales y defensores de derechos humanos, según datos del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).

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