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Sirirí

Vecinos

Mario Fernando Prado
11 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.

Crecen las desavenencias entre los vecinos. La agresión de la que fue víctima una profesional en Barranquilla, porque protestó por la bulla que estaban haciendo los ocupantes de un apartamento vecino, es uno de los muchos casos que se vienen presentando cada vez con mayor alevosía.

Abrir una puerta a patadas para ingresar a la vivienda de quien se atrevió a solicitar que la dejaran dormir, lanzarla al piso y patearla inmisericordemente con la anuencia del enceguecido agresor es una conducta que amerita un análisis sociológico y psicológico más allá de las sanciones penales que este comportamiento merece.

Antes, los vecinos eran amigos y compartían momentos de solaz, se establecían relaciones que duraban años, se casaban entre ellos, montaban negocios juntos, vacacionaban en compañía, se intercambiaban potajes y se prestaban provisiones.

Ahora, los vecinos son seres desconocidos entre sí. A veces ni se cruzan un saludo y a lo sumo se miran de reojo, recelosos unos con otros. Nadie sabe quién vive al frente, al lado, arriba o abajo, y es solamente en las reuniones de copropiedad donde se topan obligatoriamente, porque ni en los ascensores se determinan.

Únicamente cuando un vecino hace un foforro o pone la música a todo full se genera una relación de odio, que termina en casos como el ya citado, con policías y contusos.

La gente pareciera armada de odios y resentimientos, no sé si por la cuarentena y el encierro consiguiente, pero en las unidades más populosas se respira un ambiente pesado de muy mala entraña.

Creo que el confinamiento ha traído consigo intransigencia e intolerancia, que son una mecha que a la menor chispa forma una conflagración de insospechadas consecuencias, en la que todos pierden. Se hace preciso sacarles el diablo a esos seres envenenados que, además, a la menor oportunidad se desahogan, se emborrachan, se drogan y, cargados de tigre, se salen de madre perfectamente obnubilados.

Algo tenemos que hacer los colombianos, porque al paso que vamos tendremos más muertes por peleas de comadres que por el mortal COVID-19.

 

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