Venezuela y la muerte lenta de la OEA

Mauricio Jaramillo Jassir
22 de junio de 2017 - 03:00 a. m.

Que la OEA no logre consenso en el tema de Venezuela tiene que ver con la forma como Hugo Chávez pensó el Caribe en términos estratégicos, mientras otros países de la región por años lo han desestimado. En abril de 2006, Venezuela se retiró de la Comunidad Andina, pero emprendió una agresiva propuesta de política exterior, consistente en el acercamiento a zonas de mayor influencia en Suramérica y el Caribe. Desde ese entonces, el apoyo de varias naciones del Caribe ha sido esencial para bloquear en el seno de la OEA, iniciativas que incomodan a Caracas.

Ya ocurrió en 2015, con la crisis desatada por la expulsión masiva de colombianos ordenada por Nicolás Maduro, y que provocó un airado reclamo por parte de Colombia. El gobierno Santos pretendía llevar el tema a la OEA, mientras que Maduro a Unasur. La propuesta del primero quedó descartada cuando los países del Caribe más los aliados tradicionales de Venezuela en Suramérica, y Panamá a última hora, decidieron no acompañar la propuesta de una reunión de cancilleres en el ámbito hemisférico. Tal y como pretendía Caracas, la solución llegó por intermedio de la Secretaría General y de la Presidencia Pro Témpore de Unasur (Uruguay). A pesar de que Venezuela era blanco de todo tipo de críticas por la salida masiva de colombianos, hecho que transgredía los derechos de los que son titulares los migrantes, al margen de su condición regular e irregular, Venezuela ganó un pulso en circunstancias bastante complejas.

Desde que la crisis se agudizó y la cifra de muertos alerta, la OEA ha vuelto a ser escenario de discusiones sobre Venezuela. Esta vez, se ha obtenido un número de votos suficientes para hablar del tema con los ministros de relaciones exteriores. No obstante, el apoyo de los países del Caribe sumado al de Bolivia y Ecuador, ha impedido cualquier resolución que no satisfaga a Delcy Rodríguez.

La OEA depende en extremo de votaciones en las que no basta con tener mayoría, pues son más los Estados que pretenden reconocer la crisis humanitaria, y se actúe en consonancia con esa gravedad. Llegan a veinte ya. No obstante, ni esa mayoría, ni el Secretario General Luis Almagro, conseguirán aislar a Venezuela de una manera tal que el régimen acepte negociar internamente. El gobierno seguirá recordando la suspensión contra Cuba que se mantuvo inexplicablemente por décadas, el golpe contra Hugo Chávez en 2002 por el cual se debía estrenar la Carta Interamericana Democrática sin que pudiera aplicarse, y los calificativos de Almagro sobre dicho régimen. Más allá de que los argumentos sean válidos o no, se ajustan a la retórica chavista.

La crisis en Venezuela le ha devuelto a la OEA el protagonismo que había perdido. Paradójicamente, el desgaste de tantas iniciativas sin prosperar, significa que llegó el momento de reconsiderar su vigencia, en un continente que cambió de manera irremediable. Las fórmulas regionales probablemente deberán apelar a nuevos espacios, donde no queden vestigios de una Guerra Fría que todavía hace mella en América Latina.

Profesor U. del Rosario.

 

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