Venezuela y la política interna

Armando Montenegro
03 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

Los asuntos de la política internacional y, sobre todo, los conflictos militares tienen un impacto directo sobre la política doméstica. El triunfo en las Malvinas aseguró la reelección de la señora Thatcher y, al otro lado del mar, la caída de los militares argentinos. El entusiasmo inicial por la invasión a Iraq permitió la reelección de G. W. Bush y su fracaso, más tarde, acabó con la vida política de Tony Blair.

Es posible que una guerra en Venezuela sirva a los propósitos de reelección de Trump (sobre todo, a su votación en Florida, un estado clave, donde viven muchos latinos anticastristas). Y también es posible que le ayude a distraer al público norteamericano del informe de Mueller y sus enormes y variados escándalos. Eso sí, no es creíble que, después de haber mostrado durante dos años su apoyo a sátrapas de todo el mundo, al magnate le preocupe un carajo la democracia en Venezuela.

No hay duda de que su postura firme frente a Maduro, un personaje despreciado por la gran mayoría de los colombianos, le ha servido a la popularidad del presidente Duque. Pero nada asegura que, con un recrudecimiento de la crisis, y mucho menos con una aventura militar, la situación vaya a seguir siendo favorable al primer mandatario (y al pueblo colombiano).

Hasta ahora, Colombia ha hecho bien en actuar bajo la sombrilla del Grupo de Lima, que, por fortuna, ha rechazado la opción militar, una iniciativa que, con cierta frecuencia, sugiere el gobierno de Estados Unidos. En contra de las presiones norteamericanas, el país debe evitar la tentación de adoptar actuaciones protagónicas en solitario, que lo aislen del Grupo de Lima. Es posible, como lo sugieren algunos analistas, que Estados Unidos utilice promesas de ayudas monetarias y amenazas por el aumento del narcotráfico para tratar de que Colombia lo apoye en el escalamiento de la crisis.

Si a alguien le cabía alguna duda, con el fracaso del ingreso de la ayuda humanitaria la semana pasada quedó en evidencia que la caída de Maduro será un proceso largo y lleno de riesgos para Colombia. Las ocasionales escaramuzas en la frontera pueden subir de nivel y crear peligros de desbordamiento. La presión diplomática y financiera al régimen chavista va a continuar a sabiendas de que algunas de las válvulas de escape de ese país seguirán siendo nuestras fronteras, donde los militares de ambos lados están a tiro de cauchera, y a través de las cuales seguirán entrando refugiados.

El presidente Duque haría bien en mantener una constante comunicación con los colombianos, el Congreso y la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores para explicar sus posturas y estrategias, así como los riesgos y salvaguardias de una compleja situación que seguramente se prolongará por muchos meses. Es deseable que el manejo de esta crisis cuente con el apoyo de la mayoría de los partidos, incluso, si fuera posible, aquellos de la oposición (el petro-chavismo previsiblemente se autoexcluirá de cualquier acuerdo). Este no debería ser otro motivo de polarización entre los colombianos.

El presidente debería darles a los colombianos la seguridad de que el país no se dejará arrastrar a una guerra por los intereses electorales o económicos del mandatario de Estados Unidos. Así se podrá mantener una estrecha correspondencia entre el grueso de la opinión pública y las acciones del gobierno.

 

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