Vergüenza total

Iván Mejía Álvarez
02 de diciembre de 2018 - 10:00 p. m.

Finalmente, lo consiguieron. Lograron que se hable mucho más de los incisos reglamentarios, de las bondades o miserias de los dirigentes, de los excesos de las barras bravas, de las demandas y apelaciones que del juego en sí, de la pelota, del balón.

La vulgar tramoya alrededor de la final de la Copa Libertadores ha dejado en claro que el fútbol se ha desnaturalizado y que no importa tanto la finura para manejar la bola, la competencia mental para desplegar el juego, como todo aquello sucio y con nauseabundo olor a rancio, a naftalina, que hace ya varios años circula en el ambiente de la pelota.

El partido esta fijado en el Bernabéu el día 9 de diciembre, pero ya River y Boca presentaron sus apelaciones al fallo de la Conmebol y mientras no haya sentencias definitivas todo esta en el aire. Boca por intermedio de su vocero, el tal Angelici, insiste en que irá hasta el TAS y que no cumplirá la orden de Conmebol, porque quiere ganar los puntos y la Copa de oficio, en el escritorio, mediante códigos y fallos. D’Onofrio y River quieren que los dejen jugar en su estadio y ha presentado apelación al fallo que suspende su cancha. River quiere jugar con su público, como si no hubiera ocurrido nada en el tortuoso camino de Boca hacia el Monumental.

Es una vergüenza, una total ignominia al fútbol, lo que están haciendo esos dos equipos y sus dirigentes, y sus barrabravas. Los presidentes se comportan como dos hinchas, sin el menor asomo de racionalidad, cerrados a que lo importante no es el fútbol ni el juego, sino tener la razón por encima de todo. Es el cuento del vivo bobo, del más sagaz, el más tramposo, el más legalista, y ya el tema ha pasado a un punto de irracionalidad que nadie sabe si se juega o no se juega la próxima semana donde menos debiera jugarse, en Madrid, España, la tierra de los conquistadores que masacraron a los indígenas suramericanos y por los que este torneo se llama la “Libertadores de América”. Qué vergüenza.

El papel de la Conmebol ha sido lamentable, paupérrimo. Triste saber que Alejandro Domínguez es un simple monigote ávido de dinero, sin soluciones practicas y reales al grave conflicto. El papel de Ancelici y D’Onofrio ha sido lamentable, pero la actuación de la Conmebol es la de una entidad sin mando, sin poder, rebasada por el espíritu vindicativo de unos presidentes barras bravas que se están llevando por delante la institucionalidad.

Que lo declaren desierto y los sancionen dos años y verán como aprenden la lección de una vez por todas. El fútbol es el gran perdedor.

 

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