Era previsible que terminara la elección presidencial en EE. UU. y cayéramos en este lamentable escenario. La combinación de unos resultados reñidos en algunos estados decisivos y un mal perdedor que denuncia un falso fraude generalizado e intenta revertir los resultados a través de las cortes de justicia.
Al fin y al cabo, ese ha sido el modus operandi de Donald Trump. El presidente y sus empresas estuvieron involucrados en, al menos, 4.095 litigios a lo largo de tres décadas, según una investigación del periódico USA Today.
La batalla esta vez es por el voto por correo y no comenzó tras conocerse el resultado que le dio la victoria a Joe Biden. Se inició tan pronto Trump ganó la Presidencia en 2016. En ese entonces, dijo que perdió el voto popular porque se había cometido un fraude masivo con los votos por correo y millones de electores habían votado ilegalmente.
El voto por correo siempre ha sido una opción atractiva para los estadounidenses. Este año más de 100 millones de personas votaron antes del día de la elección por miedo a contagiarse con el COVID-19.
En varios estados en disputa se contaron primero los votos emitidos el día de los comicios y después aquellos por correo. Por esa razón, cuando empezó el escrutinio el presidente iba liderando el resultado, pero al comenzar a contarse los votos postales, Biden lo sobrepasó.
Trump ya había preparado el camino para un escenario con un resultado adverso. Aprovechó, una vez más, para poner en duda la integridad de la elección y hablar de un fraude. En Twitter escribió que había ganado, que le estaban robando la elección y en un mensaje desde la Casa Blanca dijo que se había cometido un gran fraude.
Anticipó que se presentarían litigios y que quizás llegarían a la Corte Suprema de Justicia, donde tres de los nueve magistrados fueron nominados por él, inclinando la balanza de la justicia hacia los conservadores.
El problema es que no presentó ninguna evidencia para una acusación tan grave y, a juzgar por los hechos, todo indica que no existe. Hasta ahora, nadie ha mostrado pruebas de irregularidades en decenas de miles de votos como para cambiar el resultado. Ni siquiera los funcionarios republicanos encargados de las elecciones en algunos de los estados con resultados reñidos han dicho haber encontrado pruebas de fraude.
Nos esperan unas semanas de litigios e incertidumbre. Los recuentos en varios estados no comenzarán hasta que las autoridades electorales certifiquen el conteo final y esto puede llevar el proceso de recuento hasta principios de diciembre. Sin embargo, algunos analistas coinciden en que los recuentos solo representan cambios en apenas unos centenares de votos que no afectarán el resultado final.
El presidente está en su derecho de pedir recuentos, como lo establecen las leyes electorales. Lo que no podemos admitir es que quiera engañar al país con más mentiras, haciendo irresponsables acusaciones sin pruebas legítimas que lo respalden.
Las controversias se deben resolver antes del 14 de diciembre, cuando se reúne el Colegio Electoral para votar por el candidato ganador en cada estado. A menos que los republicanos tengan un as guardado bajo la manga, Joe Biden debería obtener más de los 270 votos electorales que le aseguran la Presidencia.
Donald Trump con sus patrañas ha sido la mayor víctima y el principal responsable de su propio invento.
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