Violencia y vergüenza: ciclo interminable

María Antonieta Solórzano
23 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.

Cuando los eventos que amenazan el fluir normal de nuestra cotidianidad se hacen presentes, cuando la incertidumbre nos cuenta que el futuro va a ser caótico, nuestro equilibrio emocional se altera y nuestra manera de interpretar la realidad se tiñe de rabia y desesperanza. Podemos entonces caer en un acto de agresión inimaginada que nos lleva a la vergüenza.

Nuestro momento actual está cargado de historias que nos asustan. Por ejemplo, cuando las leyes que regulan nuestra convivencia son nocivas para nuestra seguridad personal y económica, sentimos una gran soledad y abandono. Estas emociones abren uno de dos caminos: resignación sin esperanza o una rebeldía que busca cambiar la circunstancia a través de la destrucción. Cuando nos informan de un secreto que se guardó para esconder la maldad de un dirigente o de un padre de familia, podemos sentir la desgarradora emoción de la traición que con frecuencia nos lleva por el camino de la venganza y rara vez da la vuelta para iluminar el sendero del perdón.

Somos testigos de cómo estos estados emocionales se apoderan de las personas y las impulsan a actos límites que ni ellas se imaginaron protagonizar. Una esposa que ha convivido con un marido inestable e infiel durante mucho tiempo, de repente se encuentra presa de una gran furia y lo golpea; como consecuencia, se ve acusada ante la ley por lesiones personales, hecho que hace que se confunda frente a su propia conducta y se avergüence de sí misma, y el ciclo continúa.

Un estudiante que ha soportado, en silencio, el matoneo de sus compañeros de clase, una tarde, sin darse cuenta, se ve destrozando los útiles de uno de ellos, se hace merecedor a una sanción y la vergüenza se instala en su alma y en algún momento la venganza vuelve a aparecer.

Una nación que ha soportado años de violencia devastadora, asesinatos, muertes, pobreza, hambre, violaciones, se ve a sí misma iniciando interminablemente ciclos de guerra y de violencia, en el supuesto de que así va a vivir mejor. Las personas esconden su vergüenza, la venganza se desata y el ciclo se repite. Cada vez que las ambiciones de poder de un grupo “privilegiado” lleva a las naciones o a los pueblos por los caminos de la guerra, las heridas sufridas no solo tardan generaciones en sanarse. Con frecuencia, el trauma lleva a los grupos sociales a entrar de nuevo en otra dinámica de guerra y los seres humanos se desconocen a sí mismos protagonizando atrocidades que no imaginaban.

Estas venganzas recaen sobre generaciones, oscureciendo el bienestar. Solo el esfuerzo de trascender la vergonzosa historia de las violencias y la guerra hará de nuestro futuro una experiencia digna.

 

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