La Michelada

Visitar Bogotá, la ciudad de la furia

Michelle Arévalo Zuleta
05 de abril de 2018 - 02:20 a. m.

Desde que amanece, Bogotá se convierte en la ciudad de la furia. Evocando al Coliseo Romano, se transforma en el escenario de lucha de todos que, desde el trabajo, el rebusque o el estudio, estamos en constante batalla por sobrevivir, más no de vivir; y por eso nos perdemos de las delicias del jardín de cemento que están esperando ser disfrutadas

Los sitios emblemáticos de Bogotá son parte imprescindible de la ciudad, pero los sitios ocultos a la vista del local y el viajero son los que esconden su otra cara. Después de 11 años viviendo aquí, me di cuenta que esta ciudad es más que El Chorro de Quevedo y la Candelaria.

Cualquier mañana se puede subir a la montaña por la quebrada La Vieja, en la 72 con circunvalar, gratis. No tiene que salir de la ciudad para conectarse con la naturaleza y ver lo majestuosa que es Bogotá desde la cima: a partir de las cinco de la mañana, personas de todas las edades suben hasta con mascotas la escalera al cielo que abre hasta las 9 a.m. y festivos hasta las 4 p.m.

Para desayunar, la arepa y el chocolate hechos en casa son deliciosos, pero con tanta oferta en las calles intente dejarlos de lado un rato para probar algo diferente. El brunch es tendencia en la ciudad y cada vez encontramos más amplias y exquisitas ofertas. Desde $30.000 puede disfrutar de un brunch neoyorquino, criollo o francés. Yo recomiendo el croissant de almendras de Masa, chocolate caliente de Hornitos, arepa de huevo en Club Colombia, pruebe los huevos benedictinos de Jacques, cómase un pato de nutella en Al Agua Patos, o pancakes de la Bagatelle y, si prefiere, pruebe las más de cinco estaciones en Upper Side.

Cuando los relojes de las compraventas marcan las cinco de la tarde del viernes, Bogotá empieza a transformarse de Colíseo a Teatro. Desde una de las calles emblemáticas de la ciudad, la Séptima, justo en la calle Real de la era colonial ubicada en el centro, la ciudad se vuelve escenario de bailarines, tarima de cantantes y tablero de grafiteros. A esa misma hora en el resto de la ciudad los cafés se llenan, los restaurantes encienden sus luces, las calles se abarrotan, la polución baila incesante al ritmo de los pitos de los buses viejos, que contra el medioambiente se niegan a pensionarse. A esta hora, Bogotá muestra sin timidez su otra cara, se deja recorrer en busca de ocio, empezando por algo de comida nada típica, pues por un día podemos pasar del rico ajiaco a algo que nos llevará a viajar sin salir de la ciudad.

Si es como yo, amante acérrimo del café, pase por la carrera Cuarta con 66, ahí encontrará Amor Perfecto. Siempre he pensado que el amor perfecto es aquel que se sale de la rutina, que entiende lo que uno quiere y comparte los mismos gustos; a veces usa filtros y otras es 100 % de origen y aquí sí que saben de eso.

Después del café, puede empezar la noche en Chapinero, justo en Villanos en Bermudas. Reserve antes de ir, pues los villanos no improvisan. Aquí déjese llevar por lo que ellos sugieran y pierda la batalla ante la dieta. Bajando unas cuadras a la Quinta Camacho pase a saludar a Pedro, el chef de Nueve. Pruebe el vino de su cava y saboree los dumplings de lechona, huevo de codorniz y trufa negra.

A menos de cinco cuadras, puede visitar al distinguido señor Llorente. Su casa tiene paredes de piedra y muebles estilo victoriano, pierda la cordura ante la langosta con chontaduro y grite libertad al probar el florero de Llorente relleno de pudín de café, crema catalana y crocante de cocada, para luego sentarse en el bar, siempre con un dj de fondo, y pedir un mojito criollo, perfecto para cerrar la noche.

Para bailar puede escoger rumbear como millennial con el reggaeton de Morena, azotar baldosa al ritmo de salsa en El Bembé, ser el más alternativo en El Coq, o ser crossover en Furia.

Los hospedajes en Bogotá van desde $20.000 en el centro, hasta $990.000 en las zonas más exclusivas de la ciudad, sin mencionar las opciones de Airbnb. Si quiere vivir una noche diferente, le recomiendo, por $290.000, un lugar que reúne arte, arquitectura y diseño, uno donde encuentra obras de arte exhibidas por los rincones, pero el lugar en sí parece una, por fuera es un edificio asimétrico que sin duda no pasa desapercibido, Click Clack, un hotel Boutique, donde las habitaciones vienen como tallas de ropa. La mía, Xs, además de una vista a la ciudad, trae un kit para el guayabo y una tableta que por medio de una app deja que usted se comunique directamente con el personal. Aquí la tecnología juega un papel muy importante, sin mencionar su restaurante 100 gramos y su terraza Apache, con una vista de 360 grados desde el piso décimo, estos están abiertos a todo público sin necesidad de ser huésped. 

Si tiene la oportunidad vaya a teatro, encuentre miles de  vinilos mientras apoya  el diseño local, comprando ropa diferente en las boutiques independientes que se ven por la Séptima con 55.

Bogotá siempre tendrá una amplia oferta cultural, literaria y gastronómica. Somos escenario de festivales de música y teatro que llaman a millones de turistas, lo que nos pone en el foco mundial. Aquí encontraŕá planes gratis o de todos los precios, todos los días, y estos planes sirven para que usted no sólo no se aburra, conozca, salga de la rutina, sino para que, si aún no se ha enamorado de esta ciudad, lo haga ahora, a ver si de a poquitos empezamos a salir de ese pesimismo colectivo.

La competencia que de verdad perdemos es la del sentido de pertenencia, eso que les sobra a los paisas y a nosotros nos falta, ese amor por la ciudad que, si bien no es donde nacimos, sí es donde vivimos; esa que merece más que nuestra mala crítica, merece nuestro esfuerzo para hacerla diferente. Decía Mario Benedetti que cada ciudad puede ser otra cuando el amor la transfigura, el reto está en sentirla propia.

La Michelada es un espacio semanal para explorar todos esos planes alternativos que hay escondidos en Colombia. Acompáñenme a experimentar cosas nuevas.

 

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