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Atalaya

Vivir y morir con razón y con causa

Juan David Zuloaga D.
28 de enero de 2021 - 03:00 a. m.

Los libros, como todas las acciones de una vida, son transfiguración de lo que somos. Y lo que somos es el cúmulo de lo que hemos ido siendo.

La segunda novela de Fernando Araújo Vélez, Aunque me muera a la izquierda, recoge muchas de las preocupaciones que sus lectores le hemos visto en sus columnas y sus ensayos culturales publicados en El Espectador: la crítica del automatismo, del vicio irreflexivo de la rutina, del ceñirse a la tiranía omnímoda del qué dirán, de la quimera de las convenciones, de un mundo que se rige no por el ser sino por el parecer; lo que conduce, de manera indefectible, a una vida inauténtica y enajenada; lo que crea fríos autómatas y espíritus muertos que deambulan por vidas cansadas y por sendas gastadas.

Las preguntas por lo contrario, por la autenticidad, por la probidad, por el decoro y por la decencia, por lo que debe hacerse en cada instante según los imperativos del bien y de la justicia son las que rigen la vida de Verónica Domínguez, protagonista de la novela y alter ego del autor.

De todo esto nos habla el libro, en una trama bien construida con giros que sorprenden, a cada vuelta de página, al consternado lector. Y nos habla también de la valentía y de la decepción, de la libertad y de la esperanza en un futuro mejor, al menos para esta Colombia nuestra que constituye el marco de la obra.

Todo ello con reflexiones certeras como las que leer se pueden en sus columnas de El Espectador. Con ese tempo y ese estilo al que acostumbró al lector de su espacio dominical, sazonado con citas de sus autores, de sus poetas, de sus filósofos y de sus cantantes dilectos, a quienes les rinde homenaje incesante a lo largo de las casi 450 páginas que componen la historia.

Cierra el libro un panegírico magistral y encomiable del papel que juega la literatura en una vida, en un mundo; muestra el autor la manera en la que lo vivido queda bien vivido y bien pasado cuando se filtra con el tamiz de la letras, cuando obra, acción y vida se fijan en la inmovilidad de la palabra escrita, en el molde del alfabeto y del papel. En este caso, se trata de descubrir los móviles del actuar de Verónica Domínguez, sus motivos más íntimos, de los que extraía las razones para vivir y morir con sentido y con causa. Todo esto se puede leer en la novela; en una novela que trasluce, además, la clara y exigente conciencia ética del autor.

@D_Zuloaga, atalaya.espectador@gmail.com

 

David(26932)28 de enero de 2021 - 04:46 p. m.
Para los pendientes de lectura. Si las columnas son maravillosas, no me imagino la novela. Muchas gracias.
Bernardo(31155)28 de enero de 2021 - 04:22 p. m.
Probablemente Araújo sea el único nietzscheano que mancha tintas en la prensa criolla.
Atenas(06773)28 de enero de 2021 - 02:49 p. m.
Gusto en leerlo y en muy contadas ocasiones comentarlo. Y en mi fuero interno con frecuencia vuela sensata pregunta:¿quién y a quién le ha de definir lo q' desde su ámbito personal le parece vivir y morir con sentido y con causa q' sean propiamente justas, o quién podría definirlas como tal? Eterno dilema. ¿O lo uno y lo otro tienen tope y medida cuando afecto a otros?
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