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Voto en blanco: ¿voto de la indignación?

Columna del lector
17 de febrero de 2014 - 04:53 a. m.

Muchos analistas políticos que en estos días han abordado el tema del voto en blanco todavía no señalan una idea muy clara sobre esta nueva modalidad de expresión política, pues las generalidades las indica muy bien la Registraduría del Estado Civil.

Para algunos puede convertirse en un verdadero fenómeno en las urnas, para otros podría ser más bien una expresión emocional de ciudadanos que ya no saben cómo manifestar su desencanto por la forma como marcha el derrotero sociopolítico y socioeconómico del país. En una sociedad tan politizada como la nuestra es todavía difícil —aunque no imposible— canalizar la intención de voto hacia el voto en blanco.

Al ciudadano de a pie, al campesino que no tiene acceso a internet, a las mujeres cabeza de familia que no tienen muchas oportunidades de escuchar diferentes posiciones políticas, al obrero raso, inclusive a los universitarios que creen estar en la onda del país, y a muchos más, les falta claridad sobre la verdadera dimensión del voto en blanco. Para muchos de ellos esta posibilidad es un “voto perdido”, y en ese caso prefieren el nulo, lo invalidan o simplemente no votan. Y aunque otros tantos quisieran hacerlo en blanco, anular o invalidar, están inmersos en ese “control” de los políticos indecentes que les cobran mensualmente por estar en una nómina gubernamental y que debe plasmarse en el voto para ellos. La mayoría conocemos al menos uno o dos tipos que sacan una votación altísima, eso sí a través de “grandes inversiones”. No tengo idea de cómo hacen ese control o cómo logran asegurar los votos de una determinada entidad gubernamental, de un pueblo pequeño o una vereda. En todo caso, eso es mucho dinero. ¿Qué empleado necesitado vota en blanco? ¿Qué desempleado lo hace?

De acuerdo con las primeras encuestas políticas que se han aplicado luego de que el presidente Santos anunciara oficialmente su candidatura a la reelección, el voto en blanco tiene a la fecha un 30% de intención, mientras el presidente anota un 25% (Datexco). Según los estudiosos de estos temas sociopolíticos, es muy difícil que se imponga el voto en blanco y resulta prematuro alegrarse por estas primeras informaciones.

Sin embargo, a muchos nos queda la inquietud de quién podría salir ganando con un eventual triunfo del voto en blanco. Con el sentimiento y el corazón en la mano, uno podría decir que ganaron los indignados, que triunfaron las buenas conciencias. En la práctica, ¿qué hacer con el voto en blanco? La Constitución y la norma señalan con claridad los pasos legales que habría que dar. Pero, si ese caudal lo toma un político... ¿vale la pena insistir en el voto en blanco? Aunque paradójicamente, me parece que el voto en blanco podría triunfar a futuro cuando empiece a verse un buen gobierno local, regional y nacional, porque la ciudadanía en general tendría elementos de juicio reales para decidir. Por estos tiempos es muy difícil imponer el voto en blanco, pero sí debe insistirse en votar por quienes promueven los conversatorios de la paz en La Habana. Pero si el voto en blanco ayuda a frenar a los torpederos de la paz, pues bienvenido sea.

 

 

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