Voto a favor

Daniel García-Peña
22 de mayo de 2018 - 03:09 a. m.

Para mí, hay tres candidatos excelentes, lo cual hace muy difícil la decisión.

Es innegable que Petro ha hecho una campaña extraordinaria, generando un entusiasmo inusitado, particularmente entre los jóvenes, lo cual constituye una loable contribución a la democracia, mientras su lucidez y la pertinencia de sus propuestas enriquecen el debate público.

Fajardo, con un trabajo admirable, de manos limpias, sin dejarse torear, ha elevado la ética y la educación al lugar prioritario que merecen y, con sus aliados de la Coalición Colombia, ha demostrado que es posible llegar a consensos entre diferentes.

De la Calle, rodeado siempre de jóvenes, ha ratificado su solidez como estadista, con fuertes convicciones democráticas, demostradas, por ejemplo, con las posiciones valerosas y acertadas que tomó públicamente frente al caso Santrich, con mucha más claridad que los demás, sin importarle las encuestas.

Por otra parte, las tres respectivas candidatas a la vicepresidencia -Ángela María, Claudia y Clara- constituyen un elenco de lujo.

Pero lo cierto es que el domingo, sólo se puede votar por uno. Algunos invitan a votar “en contra”. Yo pienso votar “a favor”. Más allá de los programas o de las inclinaciones ideológicas, la pregunta clave no es sólo cuál me gusta más, sino, sobre todo, quién le sirve más al país en esta etapa de nuestra historia. Yo considero que esa persona es Fajado.

El legado más nefasto de los 16 años de Uribe/Santos, período tan largo como el Frente Nacional (1958-1974) o la República Liberal (1930-1946), es la profunda división en la cual ha dejado al país. Familias no se hablan entre sí, ni pueden verse las caras, por las peleas entre Santos y Uribe. Llámese polarización, radicalización o cómo quieran, la realidad es que, si llegara a ganar cualquiera de los dos punteros, Duque o Petro, el resultado sería el mismo: continuaría y se profundizaría la discordia interna. Igual sucedería en el caso hipotético de un triunfo de Vargas Lleras o De La Calle, ya que ambos, justa o injustamente, cargarían con todo el peso del anti-santismo.

Está bien que tengamos diferencias, pero es fatal cuando convertimos a conciudadanos en enemigos por pensar distinto. Una práctica que desde hace más de setenta años nos ha llevado al desangre.

No estoy diciendo que el debate sea negativo o indeseable. Todo lo contrario. La triste realidad es que hace rato dejamos de debatir entre nosotros. El intercambio sano y dialectico de las ideas se ha reemplazado por insultos y descalificaciones. Cada orilla solo habla entre sí, lee y ve los mismos medios, que retroalimentan juicios, prejuicios y sentimientos idénticos. Somos dos mundos cerrados, aislados, prácticamente incomunicados el uno con el otro. Cuando se encuentran, las discusiones suelen terminar en gritos de “¡castrochavista!” o “¡paraco!”. Y el que se atreve a plantear salidas razonables, lo señalan de tibio.

¡Estoy mamado! (y muchos más) del tropel a diario, de colombianos versus colombianos, de la incapacidad de escucharnos, del odio como deporte nacional.

Fajardo es el único que tiene algún chance en estos tiempos de dejar atrás la garrotera entre nosotros y permitir que volvamos a debatir sin agresión. No genera el rechazo que despiertan los demás, y por algo, consistentemente registra la mayor opinión de favorabilidad en las encuestas.

Pero, sobre todo, lo ha demostrado en la práctica. Primero como alcalde y luego como gobernador, logró trabajar con diferentes sectores, de derecha e izquierda, a favor de soluciones concretas a los problemas reales de la ciudadanía. Cuando asumió la alcaldía, Medellín era conocida como la capital mundial del narcotráfico, con el auto estima por el suelo. Fajardo logró transformar el miedo en esperanza, revivió el orgullo y amor por la ciudad y lo supo trasmitir hacia el exterior. Hoy Medellín es ejemplo en el mundo de la innovación, de la movilidad multimodal, de la cultura ciudadana. Metrallo volvió a ser Medallo.

Y lo hizo revelando una cualidad de su liderazgo que es fundamental, sobre todo para la Colombia de hoy: convocar a todos.

Colombia sería más fuerte si trabajáramos juntos, pese a nuestras diferencias. Después de largos años de estar peleándonos a muerte entre compatriotas, merecemos un respiro. Si las FARC y el Ejército se pusieron de acuerdo para parar la confrontación militar fratricida, ¿no seremos capaces como sociedad, de superar el enfrentamiento verbal que nos sigue despedazando e impide nuestro progreso como país?

Con Fajardo, se puede.

danielgarciapena@hotmail.com

 

 

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